INVIERNO DEL ALMA
Sobre carámbanos de hielo
flota el vaho solar del desencuentro.
Hay una existencia rota por olvido,
salpican sin cesar los ecos de los muertos,
y los cipreses se retuercen asustados.
Decaído el ánimo, gritan las nubes cenicientas;
en su cubil de plata duerme el zorro.
La soledad es espaciosa
como la negra llanura sin término preciso,
o como el fondo del pozo
que no acierto a entrever.
Desnudado el abedul,
elevo la mirada por encima
del desamparo y me compadezco.
El final esta próximo, o al menos así lo presiento,
porque no hay en mi entorno
brizna de verde hierba, ni amor,
ni calor materno.
Tiritan de dolor los huesos
y el rostro dibuja, a mi pesar, la calavera.
Imposible pensar que yo pensaba,
imposible imaginar que tuve sueños,
imposible creer en lo que he visto y he vivido,
contemplando en el espejo,
las cuencas semivacías de los ojos.
Y, sin embargo, en mi pecho
palpita la esperanza
en la constante encarnación diaria.
El carámbano se funde gota a gota
hasta perder la vida
sin conocer si fue la luz solar,
el hogar encendido, el lamido de un animal
o el puro azar,
el que le llevó a engrosar el caudal del arroyo
que mañana nos traerá la primavera.
Fotografía de María Criado Navarro.
Carlos.
ResponderEliminarMe conmueve!
Gracias
No resulta fácil encontrar una persona tan sensible como tú. Te felicito y agradezco tu elogio. Gracias por tener el detalle de escribir tus impresiones poéticas. Abrazos, Laura.
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