jueves, 11 de febrero de 2021

 

LA SEÑORITA LUISA

 

 

 

Miró por la ventana y vio la calle huérfana de viandantes, casi tan deshabitada como su casa en la que ella era la única ocupante. Una débil, pero pertinaz lluvia fue la causa de que, hipnotizada por el deslizar de gotas en los cristales, regresara a cuarenta años atrás. Entonces, la vida le sonreía y su esbelto y firme cuerpo de adolescente atraía las miradas masculinas, cuando caminaba con gesto decidido por la calle principal de su pueblo, cabecera de comarca, ataviada con un traje sastre de topos que alargaba su figura; figura que se balanceaba, torpemente, por culpa de unos zapatos de medio tacón recién estrenados.

Fue una época feliz de su vida en la que tuvo muchos pretendientes, algunos muy bien posicionados, pero la honestidad presidía todos sus actos y únicamente perseguía, como en un cuento de hadas, el verdadero amor. Josema, un amigo de la pandilla, de ojos claros, locuaz y zalamero, atrajo su atención. Gracias a él amó y fue amada y, siguiendo las costumbres de la época, el día en que el muchacho la cogió de la mano fueron oficialmente novios haciendo pública demostración de su amor ante parientes y amigos que creyeron, como ella, en una relación que habría de durar el resto de su existencia.

Poco más de tres meses duró ese estado de éxtasis total en el que permaneció zambullida en las dulces sensaciones del primer amor. El diablo, que todo lo enreda, hizo que Josema quisiera compatibilizar su ardores juveniles con otra muchacha de atrayente aspecto y ella no lo consintió. A partir de entonces, en una localidad pequeña, una mujer que había tenido novio quedaba excluida de toda posibilidad de que algún otro varón tuviera la osadía de acercarse a beber  de los labios que ya habían saciado a otra boca.

Dispuesta a abrirse camino y a comenzar una nueva vida, decidió establecerse en la ciudad con el escueto bagaje de una pequeña maleta, una máquina de escribir portátil y sus conocimientos de mecanografía. Tenía una fe ciega en sus posibilidades laborales y en su desarrollo personal, tras dejar atrás el amargo linchamiento de sus convecinos. Pronto encontró trabajo, amigas y toda una serie de admiradores y pretendientes. Pero ya fuera por el desengaño primero o porque ninguno cumpliera  con sus expectativas, fue dejando pasar el tiempo, acomodándose  a su soltería y a vivir a su albedrío.

La lluvia arreciaba y el golpeteo en los cristales de unos pequeños granizos, la sacó de su ensimismamiento. "He de preparar la cena"—se dijo. Por el pasillo fue reflexionando sobre su actual situación. Por una parte, gozaba de una libertad plena, pero, por otra, echaba en falta a alguien  con quien compartir sus íntimas aspiraciones, una persona que le proporcionara compañía y llenara su soledad en las oscuras noches sin luna.

"No se puede tener todo—razonó de nuevo—.¿Quién me asegura que él no me protestaría este caldo y mi tortilla de jamón?"

Sentada en el sofá, ante el café que saboreaba tras la cena, retomó la lectura de una romántica novela y se dispuso a escuchar la tercera Sinfonía de Brahms, esperando pacientemente que la melodía  del tercer Movimiento la tranquilizara y la alejara, como otras veces, de los malos pensamientos. El gato, a sus pies, emitió un ronroneo placentero.

Fotografía de David Dubnistkiy

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. Pilar Nacarino Moreno11 de febrero de 2021, 1:18

    Quien no ha sentido alguna vez a lo largo de la vida, la necesidad de hacer lo que le da la gana, sin tener que dar explicaciones a nadie? Creo que todos, aunque luego la soledad es tan aterradora, que acabamos pensando, al igual que ella, que necesitamos a alguien con quien compartir nuestras pequeñas cosas.
    Me gusta tu relato, porque me hace pensar, y creo que desde que nacemos, cada uno traemos incorporado, como si fuera un chips, un proyecto de vida.

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  2. Muchas gracias, Pilar. El microrrelato es solo la invención de un personaje que posiblemente existe, como existimos miles de individuos con nuestras vidas pasadas y nuestras vidas por vivir. Un estereotipo al que hace años nombraríamos con cierto desdén: "solterona" y que hoy encaja perfectamente en una sociedad de sujetos más independientes. ¿Mejor? o ¿peor? Para mí, simplemente diferente. Te deseo un estupendo descanso. Abrazos.

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  3. Luisa...recogió sus pedazos los puso en una bolsa tomo sus maletas ,vamos a respirar aire fresco ,y al paso del bus arrojaba los pedazo,el primero su feliz adolescencia,siguiente... la ilusión, otro, el amor y salió volando la bolsa con el desamor y la despedida de la gente.
    Con un deseo de crecer y ahora ella es precavida y exigente y ahora escoge,le gusta su soledad,y su gato...

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    1. Poco más o menos eso fue lo que hizo Luisa con su vida anterior, aunque no aparece en el micrrorrelato tan explícitamente explicado como tú lo has hecho. Además de compañía, el gato la recordadaba aquello de: "La gata escaldada del agua fría huye". Gracias por tu comentario, anónimo lector.

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