PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA"
(81)
CAPÍTULO XI
La Tertulia
...................................
No
me costó mucho trabajo convencer a Cécile para que asistiéramos a la tertulia
literaria a la que nos había invitado don Julián. En un primer momento se
mostró algo reticente al entender que, por su juventud, sería el centro de
todas las miradas, pero sus temores se disiparon al notar el modo tan cariñoso
con que era recibida. Doña Rosario era la encarnación personal de la afabilidad
y nos presentó a los dos matrimonios invitados también aquella tarde con la
misma naturalidad con la que nos habría presentado a muchachos de nuestra edad,
nombrándoles únicamente por su nombre de pila:
―Paula
y Tomás, Teresa y Alfonso, amigos y encantadoras personas ―dijo. Después
dirigiéndose a nosotros pronunció―: Cécile y Álvaro. Esta preciosidad de niña
es la musa de nuestro gran poeta en ciernes.
Los
tertulianos nos esperaban en un salón de reducidas dimensiones. Sobre la mesa
que ocupaba la parte central del habitáculo había una bandeja con pastas, vasos
y una jarra con zumo de limón azucarado en la que flotaban cubitos de hielo que
propiciaban que el cristal se empañara con la humedad existente. Hacía calor,
por lo que doña Rosario rogó a su marido que por una vez no encendiera el
habano que se había colocado en la boca, para que el ambiente no se cargara y,
a su vez, posibilitara el poder vernos con nitidez.
Desde
el primer momento, la conversación resultó muy animada y entretenida, versando,
en ocasiones, sobre la situación política del momento. Cécile intercambió
algunas frases en Francés con don Tomás y doña Paula, lengua que dominaban
ampliamente al haberse exiliado en Francia durante la contienda Civil. Sin
embargo, don Julián, que no quería en modo alguno que la conversación se
diversificara ni que la reunión tomara cauces distintos de los estrictamente
literarios, recitó varios poemas de extraordinaria belleza, que tenían como
denominador común el cielo, el mar y la añoranza de las islas Canarias, de
donde era oriundo y a donde pensaba regresar cuando su mujer se jubilara. Don
Tomás leyó varios poemas del “El contemplado”, de Pedro Salinas, poeta
recientemente fallecido, que emocionó a doña Paula por su sentida descripción
del mar de San Juan de Puerto Rico. “Es el poeta del amor” dijo, mientras intentaba
con un pañuelo que el rímel no manchara su maquillaje. Después, doña Teresa
leyó varios poemas de Dámaso Alonso, elogiando la pureza de sus versos, en los
que se apreciaba ―comentó― su raíz juanramoniana. Cuando concluyó, don Julián
hizo un encendido elogio de varios de los componentes de la generación del 27,
como León Felipe o Vicente Aleixandre, y también de algún poeta emergente, como
José Hierro.
...................................
Felicitaciones apreciado Maestro escritor soy Lucy del C gomez.
ResponderEliminarMis buenos deseos llenos de gran afecto de Colombia a España.