PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO
JEREMÍAS" (84)
El
cursillo de verano
....................................................
Cuando
creyó que era el momento adecuado, cerró la tapa de su reloj, lo introdujo con
cuidado en el bolsillo de la chaqueta y comenzó a decirnos:
―Hoy
quiero hablaros de un hecho que, seguramente, debido a vuestra juventud, todavía no habéis tomado
plena conciencia de su importancia. Se trata de que somos: es-pa-ño-les
―recalcó esta palabra accionando con
la mano derecha al pronunciar cada sílaba, y continuó diciendo―: Podíais haber
nacido en cualquier lugar del mundo, pero la
fortuna ha querido que vierais la luz en la nación más gloriosa de
Uno de los mayores, al que sin duda resultaba familiar este discurso, contestó después de levantar la mano:
―Gracias
a Franco, don Lucio.
―¡Efectivamente!
Nuestro Caudillo es la persona que
Don
Lucio sacó un pañuelo del bolsillo y se lo pasó por la frente para eliminar las
gotas de sudor que la perlaban, en un rostro totalmente enrojecido.
―Perdonad
si me embarga la emoción hablando del Caudillo ―dijo, mientras de paso limpiaba
también las gafas.
¿Necesitáis que os aclare algún hecho en torno
a la figura de tan insigne benefactor? ―preguntó, para tomarse unos instantes
de descanso.
―¿Es
cierto que a Franco se le aparecía una luz muy grande en el cielo cuando
comenzaba una batalla? ―preguntó un chaval pelirrojo, con la inocencia dibujada
en el rostro.
Todos
los muchachos nos reímos por la ocurrencia del compañero.
―Es
Juanito, el hijo del Entrepierna ―me
aclaró por lo bajines, Jeremías―. Ese chico cada día está más tonto.
―¡Silencio!
―reclamó, don Lucio―. Quizás, Juanito, te estás confundiendo con lo ocurrido en
la célebre batalla de Clavijo, cuando el apóstol Santiago, se apareció a las
huestes cristianas montando en un hermoso corcel blanco, haciendo posible con
su presencia la derrota del Islam. Del Generalísimo no consta ningún testimonio
escrito que hable de un acontecimiento tan excepcional, sin embargo, no sería
difícil admitir que un hecho similar se hubiera podido producir, teniendo en
cuenta que, en muchas ocasiones, el ejército rojo era superior en número al
ejército nacional y fueron derrotados por nuestro Caudillo con la ayuda
inestimable del brazo incorrupto de Santa Teresa.
―¿Del
brazo qué…? ―preguntó otro muchacho.
Viendo
que la charla tomaba derroteros imprevistos, don Lucio decidió cortar el turno
de preguntas.
........................................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario