jueves, 21 de julio de 2022

 

                                      DAVID ENRIQUE FLORES

 

 

 

 

 

El destino me ha deparado la fortuna de conocer, hace tan solo unos días, al gran poeta salvadoreño, David Enrique Flores, con el que he mantenido una amena y fructífera charla literaria.

David Enrique, en plena madurez (1977) muestra una sorprendente sabiduría en sus escritos; no en balde, ha dedicado una buena parte de su vida a la docencia, impartiendo asignaturas de Lengua y Literatura, así como diferentes cátedras afines, en colegios y universidades de su país, habiendo escrito numerosos artículos, discursos y poemas.

En su filosofía literaria se opone diametralmente a la tesis posmoderna de que “la poesía ha muerto”. El poeta piensa que la poesía sobrevivirá al siglo XXI. Y así, siguiendo un tanto la lógica de autores como Octavio Paz, propone una reformulación del soneto, por explicarlo de algún modo. La rima consonante, según él, debería dar paso a las asonancias y a las coincidencias vocálicas, cediendo con ello mayores libertades al autor, pero conservando ciertos cánones indispensables para el discurso lírico.

Del mismo modo Flores considera que la antipoesía, si bien podría ser vista como una propuesta respetable, no es el camino, puesto que, a la larga, ha conducido a la  banalización del texto y del mensaje, y al predominio de lo referencial por encima de la plasticidad y riqueza del lenguaje figurado. Es necesario, pues, encontrar nuevos caminos en la poesía misma y no fuera de ella.

Debido a sus opiniones políticas, no favorables al gobierno de Navib Bukele, se ha visto en la necesidad de abandonar sus fronteras nacionales, al sentirse amenazado y perseguido, circunstancias que también viven numerosos opositores al actual régimen salvadoreño. Entre la cárcel, el silencio y el ostracismo, Flores ha preferido la alternativa del exilio. Es así como llega a España, hace más o menos un mes, fijando su residencia en Valladolid, ciudad que le ha resultado particularmente atractiva, en donde seguirá trabajando. Para satisfacción de todos, próximamente publicará un poemario.

A modo de presentación, vaya de regalo uno de sus sonetos

EL DÍA QUE MURIÓ CÉSAR VALLEJO 

 

En aras de Vallejo este momento,

la música y pavor del Viernes Santo.

Ya vienen por la calle los quebrantos,

en vilo, sobre el magro pavimento.

 

El día no fue jueves como tanto 

predijo con la pluma y el aliento. 

Error no fue de cálculo ni tiempo,

error hubiera sido la hoja en blanco. 

 

París fue la ciudad, el firmamento,

de quien para su muerte tuvo un canto.

Están tristes la flor y los naranjos,

 

el agua y el camino polvoriento.

Acaba de llegar al camposanto,

Vallejo, que nos mira desde el viento.

 

8 comentarios:

  1. Muy agradecido con usted, Dn. Carlos Malillos, por su generosa amistad. Reciba abrazos fraternos.

    De: David Flores.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tu amistad, tu entrañable forma de ser y tu sapienza literaria hacen que el conocerte haya sido para mí una gran suerte. Sé feliz en Valladolid. Abrazos.

      Eliminar
  2. Muy bonita y profesional forma de explicar la visión literaria del poeta. Gracias por compartir

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El diálogo con el propio poeta ha sido suficiente para adentrarse en la filosofía literaria que inspiran su versos. Gracias, amigo/a, por tu comentario. Feliz día.

      Eliminar
    2. Gracias a usted por su amabilidad y aprecio. Saludos cordiales de David Flores.

      Eliminar
    3. Saludos a los que correspondo con el total convencimiento de haber ganado un amigo.

      Eliminar
  3. La Simpatía y La Solidaridad Poética, Excelente.. Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La simpatía y la solidaridad poética es básica para el entendimiento entre las personas. Gracias, amigo.

      Eliminar