domingo, 12 de marzo de 2023

 

AMANECER

 

 

 

Era de noche, yacía muerto.

Abrí los ojos y contemplé,

de repente, el muro de ladrillo

brillante, resplandeciendo ante mis ojos.

Escuché el cadencioso vibrar

de las hojas agitándose,

como la primera vez,

como el primer momento en el que fui consciente

de tu existencia

después de una eternidad de siglos

o de segundos, esperándote.

La sangre golpeaba mis sienes

con una pujanza desconocida hasta entonces.

 

En la oscuridad, se ofrecieron ante mí

todos los manjares de este mundo,

sumisos, complacientes, prestos a ser devorados,

agradecidos por incorporar

su sustancia a mi existencia.

Trinaban al unísono las aves del paraíso

haciendo del gorjeo el marco musical

con que comienza la vida de un resucitado.

 

No hay amaneceres funestos para el hombre

amnistiado de la muerte ni para el que sueña

con el amor y bebe ¡por fin! del manantial

inagotable de los labios de su amada.

 

Al alba me muevo alado, ingrávido,

sin lastre, espectador privilegiado de las rosas

y de las fuentes del arco triunfal

con el que me reciben sonrientes las ninfas

que yacían olvidadas en el recuerdo amargo

de la sentencia fatal.

Y mientras me complazco con el gozo

de la nueva vida,

una luz azulada dibuja

en la pared, la silueta de un reloj

que comienza a contar el tiempo.

 

Amanece, porque estaba muerto y he resucitado.

 

 

Fotografía de Santos Pintor Galán.

 

2 comentarios:

  1. Bellísima descripción del encuentro amoroso. Me encanta tu poesía. 👏👏👏👏👏

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