FÁBULA DEL ABUELO INSOBORNABLE
El abuelo Fran poseía un espíritu emprendedor digno
de ser admirado, según comentaron quienes le conocieron. Con tan solo veinte
años decidió abandonar su pueblo natal y sumergirse en la vorágine de la gran
ciudad. Al principio todo fueron dificultades para sobrevivir en la urbe, por
no estar acostumbrado al ritmo de vida ni a la soledad que tenía que soportar
en un lugar en el que carecía de dinero, familiares y amigos que le pudieran
echar una mano. Realizó todo tipo de
humildes trabajos: barrendero, limpiabotas, mozo de estación... hasta encontrar
un trabajo estable como vendedor en un puesto de verduras en el que sus
conocimientos hortelanos y el amable trato que dispensaba a las parroquianas le
fueron granjeando el aprecio de sus jefes. Pasado un tiempo, decidió
establecerse por su cuenta haciéndose un hueco en el competitivo mundo de las
hortalizas, en el que progresó de tal manera que, con la ampliación de su
oferta, llegó a ser dueño de varios establecimientos de frutas, hortalizas y
legumbres.
Consecuente con su origen humilde, era un jefe
honrado y compresivo con las necesidades del medio centenar de empleados que
llegó a tener. Su negocio prosperó enormemente con lo que consiguió amasar una
gran fortuna, que pronto invirtió en un solar sobre el que mandó construir un
palacete modernista. Corrían los primeros años del siglo XX...
Cuando lo construyó, el palacete era un ente aislado
en la periferia de la urbe, pero pronto se vio rodeado por enormes
edificaciones que le daban el aspecto de un enano en un mundo de colosos. Fue
entonces cuando el afán especulador de diversos constructores hizo que se
fijaran en él, ofreciéndole elevadas sumas de dinero para su demolición, e,
incluso intentaron sobornarle para que cediera a sus pretensiones, sin embargo,
el abuelo, mostrando un carácter firme y enérgico se negó una y otra vez a
demoler el edificio, pese a las ofertas y presiones recibidas, pues pensaba que
la buena arquitectura debía de conservarse.
Tras su fallecimiento, hijos y nietos recibieron el
reconocimiento a la honradez y firmeza de carácter del abuelo, cuando el
Ministerio de Cultura declaró al palacete como bien de interés cultural y
decidió que sus muros albergaran un Museo de Arte Moderno.
MORALEJA: Sé honrado e insobornable. Serás un
ejemplo para todos.
Muy ejemplar los valores y virtudes del protagonista Fran, el abuelo insobornable.
ResponderEliminarGracias por su comentario. Verdaderamente, el ejemplo que recibimos del abuelo ejemplar es maravilloso y digno de ser tenido en cuenta en nuestras conductas. Saludos.
EliminarEs digno de admiración, pero por ejemplo en Madrid prácticamente todos los palacetes de la Castellana fueron derribados, sobre todo por los herederos de quien los construyeron. En honor a la verdad el mantener esas edificaciones no está al alcance de sus dueños
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