LA VIDA DE MAGÍN PUERRO
-XIX-
No
pasaron ni dos días
cuando
en el Ayuntamiento
dieron
el consentimiento
para
abrir el chiringuito.
Para
el Alcalde Benito:
“lugar
de conocimiento”.
Con
suerte nos designaron
para
jefes de taberna.
Una
invisible linterna
iluminaba
el camino
para
cambiar nuestro sino
a
felicidad eterna.
Dejó
de ser el pajar
el
nido de los amores.
Sin
pretensiones mayores
nos
cedieron una casa
de
ventanales escasa
propiedad
de unos cantores.
Pusieron
la condición
de
vez en cuando ensayar
para
poder afinar
sus
voces para la Fiesta.
Aceptamos
la propuesta
si
no había que pagar.
María
y yo comenzamos
a
trabajar en enero
y
terminando febrero
el
personal no cabía,
pues
el bar ya no podía
albergar
tanto tripero.
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