jueves, 13 de agosto de 2015

LAS PERSEIDAS


Noche de contrastes: Luna oculta
 y en el cielo, residuos incendiados de cometas.
Esta noche habría sido el apogeo
 de luminarias celestes, de fuegos sin artificio,
en la fiesta de todas las fiestas del universo;
 placer visual para una mágica noche
 del verano de nuestras vidas.
¡Fugaces! ¡Vivas! ¡Inesperadas! ¡Sorprendentes!
Como flechazo de amor, su luz dura un instante,
 tiempo suficiente para impresionar la retina,
esperando otro encuentro casual
que, al surgir de nuevo,
avivará la latente llama del recuerdo.
 Sólo había que estar atentos. Sólo había que pedir
que la nube inoportuna no nos impidiera
contemplar el espectáculo de estas estrellas
 de bisutería que brillan con el fulgor
de los brillantes verdaderos.
Al fin y al cabo, qué importa su naturaleza,
si la belleza no tiene precio.
Para quien se asoma ilusionado a la ventana,
las Perseidas suponen retomar la ilusión
de la noche de Reyes,
mensajes enviados desde el Cosmos
para los no creyentes.
Pero esta vez el Cielo no quiso
mostrar el prodigio, seguramente para reforzar
la vacilante fe de los que dudan
que una mano poderosa
pueda sembrar estrellas en el firmamento.
Y quizás por eso, ayer,
no he podido contemplarlas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario