jueves, 20 de agosto de 2015

TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA

Debo confesar, que la actualidad sentimental del escritor, me ha empujado a releer esta novela, cuya primera lectura hice al poco de su publicación. Esta costumbre de repasar, me resulta básica a la hora de emitir una crítica, porque aunque la esencia del argumento no se me haya olvidado, así soy capaz de captar matices que en una primera ocasión, embelesado por conocer el desenlace, me pasan desapercibidos.
En “Travesuras de la niña mala”, Vargas Llosa desarrolla una historia de amor en la que realidad y ficción conviven sin que sepamos capaz de adivinar sus límites. Una cualidad muy meritoria, sin duda. El autor narra de manera magistral, el amor enfermizo y masoquista de Ricardo, con un amor de juventud, una chilena de orígenes turbios, obsesionada por conseguir la felicidad a través del lujo y del sexo; felicidad que, como es previsible, jamás alcanzará. Ricardo, enamorado de ella como “un becerro”, en expresión del protagonista, tendrá ocasión de reencontrarse con ella en varias e importantes ciudades, comprobando que su nombre y el del amante con el que convive son diferentes ¡Y esto sucede unas cuantas veces! En estos encuentros, dilatados en el tiempo pero de corta duración, siempre se mostrará dispuesto a perdonarla, intentando reconquistar su amor, proposición que ella rechazará movida por su feroz egoísmo y su busca desenfrenada del placer y del lujo.
La dudosa casualidad con la que coinciden en ciudades tan populosas, es un recurso anovelado que le dará ocasión al autor para relatarnos los cambios habidos en el Perú, desde la adolescencia de Ricardo, años 50, en el barrio limeño de Miraflores, en donde conoce a Lily, hasta el momento en el que narra la historia. Lo mismo hará relatando el Paris de los 60, el Londres de los 70, el poder financiero del Tokio de los 80 o “la movida” madrileña de los 90, lo que enmarca y sitúa perfectamente la historia de un amor tan descabellado.

No contaré el final, totalmente previsible, pero añadiré mi opinión personal en dos cuestiones dispares que me parece justo resaltar. Empezaré con la negativa: Está de más el regodeo con el que describe escenas de sexo explícito. A mi entender, al no tratarse de una novela pornográfica, el autor podría haber dado pistas para que el lector imaginara en los excesos carnales, lo que estimara más conveniente. La positiva: Una novela muy bien escrita con un léxico sencillo que te conduce y te embarca en la descripción de ambientes con la ansiedad, que sólo ocurre en los buenos relatos, de querer leer más sin cronometrar tu tiempo de lectura. En definitiva, una novela a tener en cuenta.

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