HA MUERTO EL POETA
CARLOS SAHAGÚN (4-9-15)
Perteneciente a la generación de los 50, nació en medio de la guerra, en 1938, y
eso marcó para siempre su vida. En su poesía (seis libros extraordinarios) hay
dos temas recurrentes: la infancia y el primer amor. Nadie, y menos los poetas
de su generación, la del 50, ha escrito versos más limpios,
más profundamente emotivos y sinceros. Nadie tampoco,
dentro de la poesía moderna, ha usado el endecasílabo con mayor fluidez y claridad.
Él fue el mayor impulsor del Manifiesto de los 2.300.
Propuso ir a ver a Amando de Miguel para que figurara como el primer
firmante. Acababan de otorgarle el Premio Nacional de Poesía, que recibió de
manos de Calvo Sotelo,
sustituto interino de Adolfo Suárez después de la intentona de Tejero. Apenas
dio importancia a este galardón.
Su poesía, en contra de lo que pudiera suponerse, no puede encuadrarse dentro de
la poesía social. Hay en ella un eco inconfundible de su tiempo y de
su vida, pero va mucho más allá. No se deja llevar por su ideología ni trata de
rendir servicio a la política. Quizás toda su exaltada retórica no era más que
un deshago y una compensación infantil: ese no poder regresar a la infancia.
("Y desde qué tristeza hemos venido,/ desde qué infancia que nos han quitado"). Como
escribió: "Yo, capitán con mi espada de palo, /matando de mentira a los
demás".
A estas horas
En las bocas del metro nadie
espera
a nadie. Solamente se ven manos,
extremidades mutiladas. Bajo
la tierra se oyen trenes y zozobras,
se oyen detonaciones donde brilla
un momento tu ausencia y mi infortunio.
a nadie. Solamente se ven manos,
extremidades mutiladas. Bajo
la tierra se oyen trenes y zozobras,
se oyen detonaciones donde brilla
un momento tu ausencia y mi infortunio.
Nada, por lo demás, ha
variado.
El tiempo sigue siendo un puente oscuro,
metálico, insalvable, o cierta música
que a mis espaldas dura destejiéndose.
Y tú, la anunciadora del otoño,
ya no podrás perderte en esta niebla.
El tiempo sigue siendo un puente oscuro,
metálico, insalvable, o cierta música
que a mis espaldas dura destejiéndose.
Y tú, la anunciadora del otoño,
ya no podrás perderte en esta niebla.
Desde la torre un centinela
aguarda,
traza señales bien visibles, siente
el perezoso ritmo de tus pasos
por la senda de las indecisiones.
traza señales bien visibles, siente
el perezoso ritmo de tus pasos
por la senda de las indecisiones.
¿A qué otro techo para refugiarte?
Yo mismo, oh muerte, soy tu propia casa.
Yo mismo, oh muerte, soy tu propia casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario