MI AMIGA " LA
FRASCA" (2ª Parte)
(Continuación)
Desde decir que había huelga de conserjes y de que
ésa era la razón para que no salieran las notas, hasta otros embusten sin
fundamento, intenté retrasar como pude el momento en que me vi en la necesidad
de comunicar el lamentable rendimiento académico a mis padres; los cuales, algo
debían de sospechar al verme tan aplicado, repasando mis apuntes, en el borde
de la piscina. Omito la bronca y los merecidos improperios que recibí, por no
alargar en demasía este relato.
Superada en septiembre esa crisis existencial, creo
que el destino me ayudó, cuando queriendo volver a las andadas en el inicio del
Curso siguiente, Paco, el bodeguero, me indicó que “La Frasca” había emigrado
hacía otra ciudad universitaria para intentar aprobar algunas asignaturas que
aquí— “por la cochina envidia”—, no superaba. Esta despedida no me sorprendió
en absoluto, pues en el pasado, cantábamos a dúo en los días de vino y rosas,
la célebre composición de su querido Facundo Cabral: “No soy de aquí, ni soy de
allá”.
Han pasado tantos años de aquello que, como otras
muchas peripecias que han ido jalonando mi ajetreado
vivir, lo tenía prácticamente olvidado. Fue hace apenas un mes, cuando me
encontré con un compañero de Carrera, amigo común de juergas y asistente ocasional
a los mítines de la pelirroja, quien, entre otras noticias, me comentó que “La
Frasca” se encontraba recluida en un Centro para dementes. La noticia, despertó
en mi interior sensaciones encontradas, pero ya fuera por curiosidad o por ir
como Marcel Proust, “En busca del tiempo perdido”, encontré ocasión y tiempo
para visitarla en la localidad en donde ahora recibía tratamiento.
La encontré en el jardín de la Residencia. Estaba
sentada en un banco, soportando estoicamente el sol que incidía de plano en su
cara. En el regazo descansaba un cuaderno de notas al que no prestaba atención
pues su mirada parecía perdida sobre los parterres. Me acerqué sigilosamente
hacia ella y pude observar que su delgadez era extrema, acentuada por el
alarmante color cetrino del semblante. Aquella melena, en otro tiempo brillante
y pelirroja, era tan sólo un manojo de cabello entrecanado y tan ralo, que ni
siquiera ocultaba el cuero cabelludo. Las arrugas en cuello y cara, borraban
toda referencia de aquel cutis terso y pecoso que contemplara absorto en otro
tiempo, cuando era para mí la encarnación de una diosa.
Cuando pronuncié su nombre, ni siquiera se inmutó.
Después, al decir: ”soy tu chiquitín”, se sonrió y, sin poder asegurar que me
había reconocido, me indicó con un gesto que me sentara a su lado. Inició,
entonces, un monólogo en el que parecía estar totalmente cuerda, si bien
obsesionada con su tema recurrente, “He sido una revolucionaria durante toda mi
vida, Aunque tuve varios amantes, a ninguno de ellos hice caso en sus
pretensiones de llegar a ser su mujer, porque ello me hubiera impedido difundir
mi mensaje liberador…” Hablaba y hablaba sin darme la oportunidad de interrumpirla. Notaba que
su voz se debilitaba a la par que sus facultades mentales desbarraban hasta el
punto de afirmar que: “entre Dolores y yo, derrocamos al dictador…”. Cuando la
enfermera la acomodó en la silla de ruedas, camino de la habitación, girando la
cabeza hacia donde me encontraba, afirmó convencida: “Siento dejarte, pero el
Comité Central me ha encargado que planifique la III República y tengo mucho
trabajo por delante”´
Más tarde la enfermera me informaría que se dedicaba
a borrajear su bloc de notas y que una cirrosis aguda, amenazaba con poner
término a sus días en un corto espacio de tiempo. Le di mi número de teléfono y
le rogué que me avisara cuando tal hecho se produjera.
Hoy, al recibir la noticia, he rezado para que el
Dios, en quien no creía, haya sido misericordioso con ella, abriéndole las
Puertas del Paraíso, ésas que para ella eran la muralla que tantas veces abría
y cerraba, entonando los versos de Nicolás Guillén.
Nuestro destino tiene dos firmas, la nuestra y la del azar. Buen relato. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegra tu comentario.Tienes mucha razón.El destino también ha hecho que por azar nos conociéramos. Un abrazo, María José.
ResponderEliminarHermoso relato, Carlos. LLeno de sentimentalismo y realidad. Enhorabuena de nuevo por tus brillantes escritos. Y gracias por deleitarnos con ellos.
ResponderEliminarEs un placer contar entre mis lectores con una escritora como tú. Desgraciadamente el halago entre escritores, es infrecuente, por eso tu comentario dice mucho de tu grandeza de corazón. Junto con mi agradecimiento, recibe un cariñoso saludo.
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