MI AMIGA "LA FRASCA" (1ª Parte)
Entre los personajes peculiares con los que, a lo largo de mi vida, he tenido
la ocasión de relacionarme, recuerdo el de una mujer de elevada estatura,
enjuta y desgarbada, que asentaba su estructura ósea en unas piernas delgadas
pero bien torneadas y remataba su singular anatomía con una impresionante
cabellera pelirroja que delataba su ascendencia irlandesa. Esta mujer, cuyo
nombre, por razones obvias, no desvelaré, era conocida en el ambiente
universitario por el apodo de “La Frasca”. Apodo que provenía de que,
indefectiblemente, se la podía encontrar en un garito próximo al edificio de la Universidad
ante un vaso de vino y su correspondiente frasca que descansaban sobre una mesa
de mármol, elemento común al de todos los bares populares de los años sesenta.
“La Frasca” utiliza esta “cátedra”, para impartir
sus enseñanzas sobre lucha revolucionaria e igualdad de Derechos. Era una mujer
adelantada a su época, que entre trago y trago y cigarro tras cigarro, entre
otras cosas afirmaba: “Es una vergüenza que en nuestro Distrito Universitario,
sólo el veinte por ciento seamos mujeres. En Francia este porcentaje es mucho
más elevado y sigue aumentando a raíz del mayo del sesenta y ocho”. La
pelirroja hablaba con la autoridad moral que le confería conocer buena parte de
Europa y de aventajar a los oyentes en no menos de seis o siete años. Sin duda,
los profesores, no eran proclives a examinarla en el recinto del que “La
Frasca” no salía.
Las tertulias eran abiertas y, si querías participar
en ellas, únicamente había que arrimar una silla y pagar una frasca de vino
para reposición, gesto que la mujer agradecía con una sonrisa y el consabido:
“Gracias, compañero”.
Yo, que por aquellos momentos estaba atravesando la
época más bohemia de mi existencia, y que era poco amigo de escuchar a
conferenciantes en aulas de gran capacidad, por muy regio que fuera el edificio que las
albergaba, encontré en las arengas de
“La Frasca”, repuesta a muchos de las aspiraciones revolucionarias con las que
la mayoría de los jóvenes, soñamos. Me hice tan asiduo a sus discursos como a
la ingesta de vino, adquiriendo tal grado de amistad con mujer tan convincente,
que, cuando acudía a escucharla, saludaba mi presencia con el cariñoso: “Hola,
chiquitín” a la vez que estampaba dos sonoros besos en mis mejillas.
Su capacidad de convicción era tal, que me dejé
crecer la barba hasta que mi cara recordaba vagamente a la del “Che Guevara”. Persistente
en la misión de captar adeptos para la causa revolucionaría, me afilió a un
Partido progresista, de nombre muy extenso y en cuyo logotipo figuraba una
estrella.
Al finalizar el Curso, no sé si por esta
circunstancia, yo mismo acabé estrellándome en las calificaciones finales.
Suspendí todas las asignaturas troncales, aunque es de justicia reconocer, que
gracias a “La Frasca”, aprobé el inglés. De haberme matriculado en un Máster
sobre Enología, lo hubiera superado con nota,
Continuará….
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