UN LUCERO EN LA NOCHE
Pocas cosas superan en belleza a la contemplación de
un firmamento estrellado. Pequeños puntitos irradian destellos de luz, que nos
hablan de la grandiosidad del Universo y de un Dios inabarcable, infinito....
Un espectáculo así debió de deslumbrar a los pastores en la Nochebuena, tras
escuchar el anuncio del ángel. Seguramente distinguirían en la celeste esfera,
una estrella muy especial, que indicaría el lugar en donde acababa de nacer el
Redentor. Al acercarse, tuvieron la fortuna de testificar el prodigio de la
divinidad, encarnada en la frágil apariencia de un niño.
Sobre el portal de Belén
un
lucero al Niño mece,
al
mirarlo se enternece
y
refulge cual satén.
Esta
señal fue captada por quienes esperaban con anhelo su llegada. En los Reyes
Magos, personificamos a las gentes geográfica y temporalmente alejadas del
lugar del nacimiento que están prestas a escuchar la Palabra y a ponerla en
práctica.
Para
percibir el prodigio no nos basta con mirar; es necesario observar, vigilar,
estar atentos a los signos de los tiempos. En cada momento, la mirada amorosa
de Dios nos acaricia. Como dice el profeta Isaías, nuestro nombre está escrito
en las palmas de sus manos. Él nunca nos abandona y habla al que está atento para
escuchar su mensaje.
Tres
Magos vienen de Oriente
en
penosa caminata
el
cansancio se delata
en
el sudor de su frente.
Para
quien busca la Verdad, el camino a recorrer puede ser una tarea que exija
dedicación y tiempo, pero que siempre resulta ser una aventura gozosa que
acaba, pese a las dificultades, en encuentro feliz. Los Magos de Oriente
rindieron pleitesía y ofrecieron oro, incienso y mirra al Dios hecho hombre, que
es también rey, aunque su reino no sea de este mundo. A cambio, recibieron la
Gracia inmensa de haberle conocido: el mejor regalo.
Tan
pronto fueron llegados
sintieron
que la alegría
hacía
la noche día
ante
el lucero, postrados.
Un
regalo multiplicativo que alcanza a todo el que, después de haber visto dónde
está la Luz, va a su encuentro. Al igual que a los Reyes Magos, será mucho más
lo que recibamos que lo poco que podamos ofrecer. Este regalo de la presencia
del Señor en nuestras vidas, es el que tenemos que propagar a nuestros semejantes.
El día de los regalos comienza el seis de enero y debe continuar el resto del
año.
Sigue
buscando el lucero,
no
te detengas, ¡camina!
que
se grabe en tu retina
cada
seis del mes de enero.
Con
el deseo de que sepamos distinguir la Luz entre tanta tiniebla, recibid mis
mejores deseos de Paz en estas Navidades y durante el año que va a comenzar.
Publicado en la revista ¡ALELUYA! de la Asociación Belenista de Valladolid. Navidad 2017
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