HACE CUARENTA Y CINCO AÑOS
Esta es la efemérides que hemos celebramos hace unos
días en familia. No se trata del cumpleaños del patriarca o de la matriarca,
¡qué más quisiéramos! sino del aniversario de nuestra boda.
Llegar hasta aquí juntos y bien avenidos, no ha sido
una empresa que nos haya supuesto un esfuerzo especial, salvo el que supone el
roce inevitable del día a día con sus más y sus menos, con momentos de
agradable convivencia y otros algo más nublados, pero que en un análisis global,
han sido lo suficientemente satisfactorios como para que estemos dispuestos a
seguir haciendo camino el tiempo que Dios quiera y de la manera que Él
disponga.
En este espacio de tiempo, que ha discurrido en un
suspiro, hemos cumplido el sueño que nos llevó a dar este paso tan fundamental
en nuestras vidas como era el de crear una familia. Dos hijos estupendos y
cuatro nietos vivaces y hermosos, constituyen nuestro patrimonio y eso,
creedme, tiene una valor incalculable.
Nuestro aspecto físico actual, tan diferente de las
estilizadas figuras de juventud, dan fe de que no hay acontecimiento que no se
celebre sin una buena comida. Para abrir boca, hicimos una pequeña excursión a
Madrigal de las Altas Torres, ciudad que viera nacer en el Palacio de Juan II,
su padre, a la Reina Isabel de Castilla, mujer a la que admiro por adelantada a
su tiempo. Junto al Palacio, el Hospital de la Purísima y a pocos pasos de allí
las iglesias de San Nicolás de Bari y de Santa María del Castillo. Todo un lujo
arquitectónico en el que predomina el estilo mudéjar.
Desde allí continuamos viaje a Peñaranda de
Bracamonte, ciudad salmantina que nos impactó por el sabor que se percibe en
sus tres Plazas sucesivas que concluyen en la iglesia de San Miguel y también, por
qué no decirlo, por el sabor de los platos que disfrutamos en un afamado
restaurante. Así, con la promesa de andar lo suficiente como para que la
báscula no nos diera más sustos, regresamos a la ciudad de la que partimos para
tratar de conseguir el más difícil todavía: ¡llegar a los cuarenta y seis!... y
poder contarlo.
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