jueves, 7 de noviembre de 2019


VESPERTINO





Cae la tarde.

Los postreros rayos de sol
acarician los últimos pisos de los edificios
llenando de romántica atmósfera
el tranquilo discurrir de una desapacible jornada
de intermitente llovizna.

Me pregunto si la inhóspita temperatura
tendrá que ver con nuestro sentir interno, o si tal vez,
la ausencia de íntimos conflictos
convierte el ocaso del astro sol
en una amplia gama de tonalidades amables.

Una paloma urbana surca el espacio
buscando refugio en una casa abandonada
en el otro extremo del bulevar,  
 perfecto escenario de una película de Hitchcock.

Me asomo por la ventana y descubro
que la calle está cortada al tráfico.
Desconozco cuál  puede ser la causa,
¡qué importa!
Los ruidos no tiene cabida en este espacio
de calma.
El asfalto, temporalmente sin tránsito
agradece, cómo yo, la ausencia de vehículos.
¡Ojalá la lluvia revistiera de musgo el negro tapiz!

La soledad no es aislamiento
cuando te invita a degustar los momentos plácidos
en los que el alma se ensancha y aspira el placer
primero y último de la vida que es ¡vivir!

Los rayos del sol han coronado el ascenso
hasta el último piso y pronto se reemplazará su luminosidad
por luz artificial.
Entre tanto, y hasta que el momento llegue,
respiro profundamente y me agrada comprobar
la existencia de ocasos de cristal
de sueños vespertinos.

Cae la tarde y mi alma se eleva
suspendida entre amores.
No me da miedo soñar en las alturas
porque hoy, el pavimento,
alberga promesa de flores.

Fotografía de Luismi Villamañán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario