PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN
POETA" (65)
CAPÍTULO X
La Ambición
...............................

Un buen día, me preguntó sorpresivamente:
―Estás enamorado, ¿verdad?
Y antes de que yo pudiera responderle, se anticipó diciéndome:
―Sé que tu contestación va a ser afirmativa, porque no se concibe un
poeta que no esté enamorado, aunque el objeto de su amor no sea necesariamente
una mujer. La poesía, la auténtica poesía, sólo puede brotar de un espíritu
enamorado.
Yo le relaté mis sentimientos hacia Cécile, e incluso le mencioné mis
episodios con Arancha, de la que había conseguido librarme gracias a la
casualidad, y no porque hubiera tenido el coraje de mandarla a freír
espárragos.
―A mí me ocurrió un hecho parecido cuando estudiaba en Madrid, en la
Facultad de Filosofía y Letras ―me comentó pausadamente, tras reavivar el fuego
que consumía su puro―. Por aquel entonces yo ya tenía echado el ojo a una
compañera, que me atraía por su discreta manera de comportarse, y porque en
alguna ocasión, cuando me sorprendía mirándola, ella bajaba la vista para luego
volverme a mirar de nuevo. Ya te anticipo que esa mujer era Rosario, mi esposa,
a la que un día de estos te presentaré, pues es tan tímida que cuando doy
clase, ella se retira a su habitación a leer, que es su afición preferida. Pues
bien ―dijo, exhalando una bocanada de humeantes vapores―, todos los días, por
los pasillos de la Facultad, entre clase y clase, una jovencita se colocaba a mi
lado haciéndose la encontradiza y me daba palique. No era fea ni tenía mala
presencia, pero me molestaba sobremanera su compañía, porque no deseaba en modo
alguno que mi amor platónico creyera que estaba comprometido. No sabiendo qué
hacer para que no me acompañara más, aproveché que en su intrascendente
conversación se interesara por la rama de Filosofía que yo estudiaba, para
devolverle la pregunta con muy mala intención. Y tú ―le dije― ¿de qué rama
estás colgada? Comprendo que la pregunta fue una grosería por mi parte, pero
sirvió para deshacerme de tan pegajosa compañía. Me dolió lo que hice, pero me
sentí liberado. En ocasiones hay que tomar decisiones no apetecibles: “El bien
supremo del amor no puede estar cuestionado” ―enfatizó.
.................................

No hay comentarios:
Publicar un comentario