domingo, 5 de julio de 2020


PARÍS. OH, LÀ LÀ!  (2)




--------------------------

Del ensimismamiento me sacó la voz autoritaria de mi padre que regresaba de la Notaría.

—¿Qué me cuenta mi laureado poeta?—Dijo irónicamente.

—Nada de particular, papá—respondí.

—Dice tu madre que has tenido una gran éxito, pero hasta la fecha, como padre y menos como notario, no puedo dar fe de lo que no he visto todavía.

—El mundo literario es muy complejo. Hay veces en que no conviene escriturar los éxitos para no despertar envidias.

—Aunque no escritures todo, algún premio nos podrías haber comentado. Nuestras amistades no se creerán que seas tan modesto.

—Todo en su momento. No quiero cacarear como gallo de corral.

—No sé, no sé. pero algo podías adelantarnos. No lo digo únicamente por nuestras amistades del Círculo de Recreo. Date cuenta de que nuestros futuros consuegros se sentirían muy orgullosos de conocer tu trayectoria literaria. A ellos les agradaría que el hermano de su futura nuera tuviera una fama que no desmereciera de la de su familia.

No quise continuar la conversación para no exacerbar el ánimo de mi padre, proclive a calentarse con todo lo que se refiriera a mi actividad poética. No obstante, prosiguió la conversación intentando sonsacarme lo que ocultaba de mi aventura madrileña.

—¿No te han dado ningún trofeo? ¿No has guardado los recortes de prensa?

—No me he presentado a ningún Concurso, por tanto no he recogido ningún trofeo. En cuanto a la prensa, ya te he dicho que no quiero alardear de mis éxitos.

—Respeto tu razonamiento pero no lo comparto. Y dime, desde el punto de vista económico, ¿ las retribuciones de los periódicos te han permitido hacerte con unos ahorrillos?

Por su forma de preguntar, deduje que mi padre no estaba al tanto de los giros de recibí por vía materna, de manera que respondí de forma que mi madre no saliera mal parada.

—He ganado lo justo para pagarme la pensión y comprar algo de ropa. La poesía y los escritores, en general, no estamos lo suficientemente reconocidos.

—Eso ya lo has escuchado de tu padre cientos de veces. Ya cumpliste los veinticinco, edad más que apropiada para estar pensando en encontrar novia y formar un hogar y todavía, no tienes un porvenir que te avale, como no sea el honroso apellido que ostentas. Como sigas pensando en llevar esta vida bohemia, no te va a quedar más remedio que pegar un braguetazo si no quieres morirte de hambre.

Mi padre me dio la espalda, meneando la cabeza. Era la forma usual con la que daba por concluidas sus conversaciones conmigo. Yo, a sus ojos, era un fracaso como hijo y ya ni siquiera se molestaba en discutir conmigo. Entre sus amistades, siempre ponderaba las dotes y la belleza de Margarita y el intelecto de mi hermano Tino que preparaba concienzudamente  las oposiciones a Notaria. Si en alguna ocasión me mencionaba, solía decir de mí que tenía la cabeza a pájaros con una mente inmadura que hacía de mí un ser tremendamente tozudo y soñador. En definitiva, un hijo del que se sentía avergonzado.

Todo lo contrario ocurría con mi madre. Soportaba con resignación mis excentricidades, estaba convencida de mi talento y sufragaba los gastos que originaban mis sueños, la mayoría de las veces sin que su marido se enterara.

Cuando aquella noche tomé posesión de mi remozado dormitorio, me di cuenta  de que, en cierta manera, mi padre tenía su parte de razón. Muchos de mis compañeros de Colegio hacía tiempo que estaban colocados como médicos, economistas o profesores y eran capaces de ganarse la vida por su cuenta. Mientras tanto, ¿qué era yo? Un aspirante a poeta, soñador de Antologías que no se editaban y de versos que no se publicaban. Un intelectual errante que vivía a costa de su familia en una casa con unas comodidades que jamás me podría sufragar si no daba otra orientación a su vida. Luego miré cómo lucía la librería y mi escritorio gracias la espléndida lámpara. Me acordé de la cena que había recibido gratis y sentí ese profundo vacío que me invadía cuando me sentía cercado por la angustia. A duras penas conseguí dormirme, no sin antes repasar mentalmente los encantos de Gabriela.
                                                                       ……………………………………….


2 comentarios:

  1. Hola, Carlos. La literatura no está reñida con el trabajo. A veces cuesta saber qué destino elegir. Feliz verano. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Buenas tardes, María José. Salvo casos especiales,la literatura no es un medio de vida, por eso, y siempre que sea posible, lo ideal es compaginar literatura y trabajo- Muchas gracias por tu comentario. Abrazos.

    ResponderEliminar