jueves, 10 de marzo de 2022

 

PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (86)

 

 

 

CAPÍTULO VI

El cursillo de verano

 

...............................................

Un silencio sepulcral nos invadió a todos. A mí, personalmente, no me hizo ninguna gracia que, para ser el primer día de cursillo, ya se me propusiera dar mi vida a las primeras de cambio por Franco y su causa, por muy noble que fuera ésta y por extraordinario que resultara ser el personaje al que tanto ponderaban don Lucio y mi padre y del que yo sólo conocía su perfil troquelado en níquel o cobre en las escasas monedas que pasaban por mis manos.

No tuve tiempo para más reflexiones porque todo mi cuerpo se convulsionó al oír por boca de don Lucio un grito marcial, seco y cortante, que ahuyentó los pardales de la higuera.

«¡Viva España!» clamó en pie, brazo en alto, respondido al instante por los asistentes con un eléctrico «¡Viva!»

Con los pardales a buen recaudo, «¡Viva Franco!» obtuvo la misma contundente respuesta, salida de las juveniles gargantas a punto de desgañitarse. Tras lo cual, con la vista clavada en el limpio cielo, entonamos las estrofas del himno nacional: «¡Viva España! Alzad los brazos hijos del pueblo español…» cantábamos a pleno pulmón con gran contento de don Matías, que acababa de llegar de sus quehaceres religiosos. Como si no se hubiera rendido suficiente homenaje a la patria, acto seguido entonamos el inevitable «Cara al sol, con la camisa nueva…» que por repetido, parecían conocer las tapias del huerto, por el modo en que rebotaban en sus muros las estrofas. Al concluir el himno, con España, paradójicamente, empezando a amanecer al mediodía, don Matías nos bendijo como si fuéramos a combatir aquella misma mañana contra los enemigos del suelo patrio, a la par que nos indicaba:

―Llevaos las piedras que han señalado los límites de nuestra querida nación y depositadlas lejos del pueblo, o el que lo prefiera, que las guarde en su patio como recuerdo de tan inolvidable jornada.

Al despedirnos, don Matías quiso tener una atención con nosotros y nos preguntó;

―¿Habéis aprendido mucho?

Para continuar diciéndonos acto seguido:

―Con don Lucio y otros días conmigo, estaréis a un mismo tiempo instruidos y entretenidos. El tiempo que Dios nos concede a cada uno debe ser invertido en avanzar en el conocimiento de la Obra Divina y de las causas nobles, como fue nuestra Cruzada. Todo lo que somos y lo que nos rodea, habla del Amor que puso Dios en la Creación. Mirad ―dijo señalando a la higuera―, cuando el señor Obispo me destinó a este pueblo, me encontré con que esta higuera estaba a punto de secarse y sentí deseos de arrancarla, pero acordándome del Evangelio, la regué con paciencia hasta conseguir que en la actualidad sea un árbol frondoso que nos proporciona sombra en el verano y abundantes frutos en el otoño.

―Que da sombra, ya lo veo ―dijo Jeremías en tono displicente― pero, ¿llegaré a tiempo de comer este año algún
higo?

―Querido Jeremías ―respondió don Matías, meneando la cabeza― si leyeras con más asiduidad los Evangelios, encontrarías un texto en el que se dice que uno es el que siembra y otro el que recoge.

                                                                                  ......................................................



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario