jueves, 30 de junio de 2022

 

VERANO

 

 

 

Zumban a un tiempo

abejas y avispas

en la copa de los árboles

blanquecinos de flores.

Pían a lo lejos dos gorriones,

resguardados en la sombra que da vida.

Hierve estremecido el asfalto

en el año en que no emigraron las cigüeñas.

Noto el ardor de la tierra reseca

y me apena contemplar la sed de los arbustos

y el agua avara de la acequia.

¿Qué tendrá el verano en la meseta?

Fiebre del trigo hecho y de centeno

que te encierra en la cárcel de tu casa,

hasta que cante el grillo

y se pueblen los cielos de luceros.

 

Entonces, creeré que gira el orbe

que ahora está parado con el sol en el cenit

y el espasmo en el cerebro, desolado

por no pensar más que en la frescura

del tiempo pasado, que ya no es nada.

 

¿Qué fue del verano en nuestras vidas?

Pasión encendida, abrasadora,

sofoco en las tardes de siesta,

deseo inacabado, siempre a la espera

del porvenir que nos daría más frutos,

después de habernos saciado

con los mil maduros dones

de cada huidiza primavera.

 

Y mientras pienso que todo pudo ser mejor,

la impertinente mosca me recuerda

que un día soñé con este calor,

cuando me perdí una tarde en el monte,

despistado por la niebla.

 

Fotografía de Paqui Molina Martínez.

 

 

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