FÁBULA DE LA GATA RICA
Nacida entre algodones, criada con leche
de la mejor calidad, alimentada con exquisiteces de sabor a anchoa, ricas en
complejos vitamínicos y, diariamente bañada con champús olorosos que le
dotaban de un pelo algodonoso y resplandeciente, aquella gatita disfrutaba de
una vida plena de caricias y afectos. Entre siesta y siesta, siempre a
temperatura uniforme, saltaba graciosamente entre cojines de seda y sillones
tapizados. Ni una sola vez fue castigada ni tuvo que escuchar las reprimendas
de su dueña por hacer sus necesidades en donde no debía, o por arañar las patas
de algunos muebles de caoba...
Un mañana, aprovechando un descuido de
su protectora, se deslizó sigilosa por la angostura de la entreabierta puerta
y, escaleras abajo, consiguió acceder a la calle. ¡Todo un mundo de nuevas
sensaciones se abrió ante ella! Hasta un congénere, un tanto desaliñado, pero
solícito, le mostró un contenedor de basura, en cuya base, algún desaprensivo
había depositado una bolsa de desperdicios. Probó con fruición sabores
desconocidos y, animada por la gratificante experiencia, no se opuso a que su
acompañante la hiciera suya, aunque quizás, el improvisado novio, sorprendido
por el refinado olor que desprendía el pelo de su amada, se alejó rápidamente
de ella una vez satisfecho su deseo.
Tiritando de frío, pasó la noche bajo el
contenedor, emitiendo lastimeros maullidos que alertaron a los viandantes y a
la propietaria, que la buscaba sin desmayo. Ésta, entre lloros, la acogió de
nuevo, proporcionándole un baño reparador con abundante cantidad de componente
antiparasitario, con lo que la gatita recobró su aspecto anterior y volvió a
gozar de todos los beneficios de gata de alta alcurnia.
Al poco tiempo, su benefactora se dio
cuenta del estado de preñez, imposible de disimular entre los rizos de su pelo
de Angora, y decidió aquella misma tarde visitar la clínica veterinaria y
eliminar la cuadrilla de mininos sin pedigrí que amenazaban con ocupar sus
estancias. Al escucharla, nuestra protagonista se apostó junto a la puerta, y
en la primera ocasión en la que ésta se abrió, corrió rauda en busca de una
libertad presumiblemente difícil e incierta, pero que la posibilitaría alumbrar
el fruto de sus entrañas.
MORALEJA: Hasta los animales evitan el
aborto.
Es una buena historia, y muy a tono con los tiempos actuales. Felicitaciones, desde el centro de las Américas.
ResponderEliminarMuy agradecido por vuestro comentario, envío mis felicitaciones al centro de las Américas, por la probada sensibilidad que tenéis sobre el respeto que toda vida merece.
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