LA VIDA DE MAGÍN PUERRO
-VI-
Dos
meses me fui con él
por
esos mundos de Dios
y
nos dijimos adiós
una
mañana temprano
después
de darnos la mano
tras
la copa veintidós.
Ernesto
fue un hombre noble,
con
mucho don de palabra,
que
me mostró que el que labra
tiene
justa recompensa:
ya
que llena la despensa
y goza cuando la abra.
El
hombre nunca es perfecto
ni
Ernesto fue la excepción,
hacía
celebración
con
quien a un trato llegaba
y
de vino se llenaba
desde
arriba al corvejón.
Por
ser tan inseparable
del
que me enseñó el oficio,
por
poco caigo en el vicio
de
beber en demasía
y
eso que me abstenía
a
las rondas dar inicio.
Tras
la dura despedida,
con
mi petate, yo solo
se
me fue pasando el dolo,
rasgando
con la guitarra
sones
como de changarra
ofendiendo
al mismo Apolo.
Así es, ninguno es perfecto pero todos tenemos muchas cosas buenas
ResponderEliminarNadie es perfecto,pero era muy buena persona.un abrazo para el que lo escribe.
EliminarAbrazos recibidos y muy bien acogidos. Saludos a ambos.
Eliminar