PUNTADAS CON HILO
No recordaba, exactamente, desde hacia cuantos años trabajaba para doña
Remedios. Debían ser muchos, porque, por aquel entonces, su marido era un
modesto funcionario con aspiraciones políticas. Coqueta como pocas, doña
Remedios pretendía no desmerecer en elegancia, de las esposas de otros
funcionarios situados en escalafones superiores al de su cónyuge. Para ello,
fotografiaba maniquíes expuestos en los escaparates de las mejores
tiendas de su ciudad y acudía presta a casa de Mercedes, para que por un
módico precio, le hiciera una copia del vestido, lo más parecido posible al
original, eso sí, introduciendo algunas variantes, para que el modelo a lucir,
resultara exclusivo. Mercedes, no tenía más remedio que aceptar el
encargo, agobiada por su situación económica. Aunque cosía desde muy joven,
parece ser que sus jefes "se olvidaron" de cotizar por ella, de
manera que, cuando una enfermedad adelantó su jubilación, la pensión que le
correspondía, era a todas luces insuficiente para cubrir sus necesidades
básicas. Hacer pequeños encargos de confección fue su única salida.
Poco a poco, con el transcurso del tiempo, las aspiraciones del marido de
doña Remedios se fueron cristalizando, hasta alcanzar la Subsecretaría de un
Ministerio. Fue la época en la que Mercedes no daba abasto para atender la
ingente cantidad de modelitos que su elegante clienta le demandaba. Pero un mal
día, todo se vino al traste cuando el Subsecretario se percató de que el fraude
en que estaba incurriendo su esposa podía ser descubierto, arruinando así, su
Carrera política. " A partir de ahora, nada de pagar sin factura. Olvídate
de acudir a tu modista, a menos ¡claro está! que se dé de alta en el Régimen de Autónomos" —inquirió a su esposa.
Como un loro de repetición, doña Remedios , transmitió el requerimiento a
Mercedes, que, muy a su pesar, no pudo dar satisfacción a tan distinguida dama,
pues de seguir su advertencia, hubiera visto esfumarse su escasa pensión.
Se había hecho de noche, cuando Mercedes reemprendió su tarea. Con
inusitada rabia, dio una puntada con hilo y se dijo para sí: "Tenía que
tirar de otros hilos para que la gente supiera en dónde se ha vestido "la
subsecretaria", pero una, aunque pobre, tiene sus principios y a mí me
enseñaron a no hacer daño a nadie".
Dura realidad
ResponderEliminarCasi, casi, lo que está actualmente ocurriendo. Gracias por comentar. Saludos.
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