jueves, 15 de agosto de 2024

 

LA DULCE ESPERA

 

 

Cuando Sonsoles accedió al puesto de secretaria de dirección, tras una reñida competencia, pensó que estaba tocada por la varita mágica de la fortuna. Tenía tan solo veinte años, pero el empeño que puso en sus estudios en la Escuela de Comercio y el dominio de varios idiomas obtenido durante los veranos que pasó en varias naciones europeas, le aseguraron un currículo lo suficientemente consistente como para conseguir un puesto de trabajo bien remunerado con enormes posibilidades de ascender a otros de mayor responsabilidad.

De cabello claro graciosamente recogido en la nuca, unos ojos expresivos en un rostro agraciado y con una figura atrayente, resultaba ideal para el trabajo a desempeñar, toda vez, que a sus múltiples cualidades añadía un don de gentes con el empatizaba con cuantas personas frecuentaban el despacho de su Jefe, Director General de una importante Compañía Petrolera.

En el desempeño de su trabajo tuvo ocasión de relacionarse con importantes empresarios, recibiendo de algunos de ellos proposiciones para entablar relaciones sentimentales, pero ella, con una amplia sonrisa, les rechazaba por no ajustarse al perfil del hombre soñado. Estaba convencida de que esa persona tenía que existir y que en algún momento aparecería ante ella para convertir en realidad su esperanza.

Cierto día conoció, durante su trabajo, a un treintañero que era un modelo de pulcritud y elegancia. Comedido en el hablar, sin hacer ostentación de sus conocimientos, rogó que le anunciara como Gunther Slinken, Director de la filial alemana de la Compañía. Al momento, el rubor enrojeció las mejillas de la muchacha y una sensación agradable y nunca experimentada hasta entonces se apoderó de ella, hasta el punto de que sus palabras salieron atropelladas de su boca cuando anunciaba telefónicamente a su jefe la presencia del recién llegado.

¡Es él! ¡Es el hombre de mi vida!­¬dijo para sí¬, mientras se sentía embargada de felicidad.

Por suerte para ella, le encomendaron hacer de anfitriona de Gunther, como solía ocurrir cuando un ilustre ejecutivo visitaba la gran urbe y esto propició que entre ambos surgieran conversaciones de cierta intimidad. Así supo que Gunther estaba pasando por un mal momento familiar, pues su mujer padecía una terrible enfermedad, motivo por el cual, el empresario, había solicitado la excedencia por un tiempo.

Con tan malos augurios se despidieron, no sin antes intercambiarse los teléfonos. Sonsoles sufrió una tremenda decepción superada por su inquebrantable espíritu de superación, aunque tuvo la sensación de que un hipotético tren de la felicidad había pasado por su puerta sin detenerse.

Dos meses después, Gunther le comunicaba el fallecimiento de su esposa y su inmediata incorporación al trabajo, no descartando la posibilidad de reencontrarse con ella en cuanto le fuera posible.

Esta noticia significó para Sonsoles la posibilidad de creer que lo imposible podría concretarse y que aún era posible que el amor soñado llamara por fin a su puerta. Desde entonces puso en marcha una hipotética cuenta atrás que se detendría con la llegada de Gunther.

Comenzaba para ella el tiempo de la dulce espera.

 

 

2 comentarios:

  1. La vida misma, así pasa la dulce espera, luego la ilusión o la desilución. Bello poeta Carlos, siempre atrapan y llegan sus escritos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Alie. por comentar el microrrelato. Sonsoles también se encuentra atrapada en una dulce espera que la llevará al ideal soñado o a la decepción más absoluta. En cualquier caso, habrá luchado por una meta a conseguir sin desviar su atención en amores banales. Feliz noche de bellos sueños.

      Eliminar