LAS FINANZAS DE BARTOLO
(Obra teatral en tres Actos)
ACTO PRIMERO
(En el despacho del
director de una conocida
entidad bancaria)
BARTOLO— Buenos días. ¿Se puede?
EL
DIRECTOR— Pase y siéntese, por favor, don...
BARTOLO—
Bartolo Paniagua, para servirle.
EL
DIRECTOR— Encantado de conocerle, don Bartolo. Ya me ha indicado mi secretaria
que un caballero deseaba conocerme para invertir unos ahorrillos.
BARTOLO—
Así es, señor Director. Tengo una pequeña cantidad de dinero ahorrada,
repartida en varias entidades bancarias y quisiera unificarla en su Banco,
teniendo en cuenta las condiciones que publicitan en el exterior.
EL
DIRECTOR— ¿De qué cantidad estaríamos hablando?
BARTOLO— De
unos quinientos mil euros, que pueden ser más cuando venda unos terrenos que
tengo en el pueblo.
EL
DIRECTOR— ¡Enhorabuena, amigo! Ha dado usted con el Banco apropiado.
Acogiéndose a nuestra oferta de cuenta "Banca Azul", por ese dinero
le podríamos dar un 1%, que llegaría al 2% si la cantidad total llegara al
millón, además de una tarjeta de crédito y acceso a nuestra web on-line, todo
ello totalmente gratis.
BARTOLO—
¿Tendría comisión de mantenimiento?
EL
DIRECTOR— En absoluto, don Bartolo. Mientras yo sea el director de esta
sucursal, usted no pagará ninguna comisión. Es una atención personal que tengo
con clientes VIP, como usted.
BARTOLO—
Siendo así, cuente con un cliente más.
EL
DIRECTOR— Excelente, amigo. Yo me encargaré de todo. No obstante necesito que
me firme las correspondientes autorizaciones y los contratos de la nueva
cuenta, de la tarjeta de crédito, de la autorización on-line y otras minucias.
(Una hora
más tarde, después de haber firmado no menos de treinta veces)
EL
DIRECTOR—Bueno, pues ya lo tenemos todo. Considere esta entidad como su propia
casa y si tiene algún problema, no dude en acercarse hasta nuestra entidad, en
donde será convenientemente atendido.
BARTOLO—
Gracias, muchas gracias.
EL DIRECTOR— De nada, don Bartolo. Ha sido un
placer.
ACTO SEGUNDO
(En la misma entidad
bancaria, seis meses más tarde)
BARTOLO
(dirigiéndose a una empleada)— Buenos días. Desearía hablar con el Director.
EMPLEADA—El Director no se encuentra en la Oficina
y no creo que regrese en toda la mañana, pero no se preocupe que yo estoy aquí
para resolver sus dudas.
BARTOLO—Verá,
señorita, hace seis meses que deposité mi dinero en la cuenta "Banca
Azul" y todavía no he recibido los intereses y me han cargado un dinero en
concepto de "comisión de mantenimiento".
EMPLEADA—
"Banca Azul"..."Banca Azul"... ¡Ah, sí! Era una cuenta que
tuvimos hace un tiempo, pero que ya no existe. Su depósito habrá sido
transferido a una libreta de ahorro, "La Libreta Blanca", que no
produce interés alguno, de ahí que no haya recibido ninguna remuneración y, por
supuesto, esta cuenta lleva una pequeña comisión de mantenimiento.
BARTOLO—
¡Pues sí que estamos bien! ¿Y cómo es que no me han avisado?
EMPLEADA—
Eso supondría haberle enviado una carta y le hubiéramos tenido que cobrar el
sello. Nosotros miramos por el dinero de nuestros clientes.
BARTOLO—
¿Existe algún medio de que no me cobren la comisión de mantenimiento?
EMPLEADA—¡Naturalmente!
Sólo tiene que domiciliar la nómina.
BARTOLO—
Siendo así... Mañana la domicilio aquí. Adiós y gracias.
ACTO TERCERO
(En el mismo lugar,
otros seis meses después)
BARTOLO
(visiblemente enfadado se dirige a un empleado)— ¡Quiero hablar con el
Director!
EMPLEADO—
Por favor, señor, baje el volumen de voz. En este momento no tenemos Director
porque estamos en un proceso de reestructuración de nuestra red de oficinas bancarias. Pero yo le puedo atender. ¿Qué
desea?
BARTOLO—
Deseo saber por qué me siguen cobrando la comisión de mantenimiento en "La
Libreta Blanca", si ya domicilié la nómina.
EMPLEADO—
Es que desde hace unos meses, la domiciliación de la nómina no es suficiente;
se necesita hacer un Seguro de Vida, tener domiciliados tres recibos y realizar
un gasto mensual con la tarjeta de crédito de, al menos, quinientos euros.
BARTOLO—
Pero esto no es lo que yo firmé inicialmente. ¡Me siento estafado!
EMPLEADO—
Lo siento caballero, pero son normas que nos vienen de arriba y yo no puedo
hacer absolutamente nada.
BARTOLO— En
ese caso, mañana mismo retiro el dinero.
EMPLEADO—
Puede hacerlo cuando desee, pero le advierto de que el coste de un cheque
bancario es de trescientos euros.
BARTOLO—
Pues lo saco en efectivo.
EMPLEADO—
Si decide hacerlo así, tardaremos unos días en tenerlo disponible.
BARTOLO—
¡Me da igual! Me lo llevaré aunque tenga que contratar una furgoneta.
EMPLEADO
(hablando a Bartolo en tono paternal)— Piénselo bien. No debería decir yo esto,
pero todos los bancos hacemos lo mismo. Además, fuera, en el barrio, hay gente
que puede enterarse de que tiene dinero en casa y... Compréndalo cada vez hay
más ladrones...
BARTOLO
(enfadadísimo y confuso abandona la entidad mientras masculla)— Ya sé que hay
ladrones fuera. Ahora he comprendido que también los hay dentro.
FIN
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