BESOS ROBADOS
No fue tanto su amor por la música, como el deseo de
estar junto a Mariola, lo que llevó a
Vicente a enrolarse en la Agrupación Musical de su pueblo levantino. Los
andares y la figura de esta muchacha le atraían desde hacía algún tiempo, pero
su timidez y el hecho de pertenecer a collas diferentes le impedían dirigirse a
ella con posibilidades de éxito, de ahí que decidiera poner en práctica esta
estratagema.
Desde una esquina del aula de ensayo, en donde
Vicente aprendía los conocimientos básicos de solfeo, tenía la oportunidad de
escuchar las interpretaciones de la banda y de contemplar, desde situación
privilegiada, el perfil y el cabello ondulado de Mariola. Cada inclinación de
su cabeza llevando el compás era un estímulo añadido que avivaba el deseo de
entablar amistad con la muchacha cuanto antes, y cuando en una ocasión, pudo
distinguir los labios de su amor platónico, apoyados en el bisel de la flauta
travesera, sintió un irrefrenable deseo de ser, él mismo, quien obtuviera un
beso robado si era capaz de poseer la flauta.
Al finalizar un ensayo y aprovechando la
despreocupación y el descuido de la propietaria, Vicente escondió entre su ropa
el instrumento y se dirigió, a toda velocidad, hacia su casa. En la soledad del
dormitorio, se embriagó de amor al acariciar con sus labios el lugar en que
anteriormente apoyara los suyos, Mariola. Vicente no se cansaba de emitir
sonidos destemplados e inconexos; pero que
para él constituían la más bella melodía que nadie, hasta la fecha,
había compuesto, pues por cada nota emitida, se hacía la ilusión de que besaba
los labios de Mariola.
En dos días, tuvo tiempo de componer mil y una
melodías y de soñar mil y un besos, pero arrepentido del hurto e intuyendo que
la desaparición del instrumento preocuparía a su dueña, Vicente, en la
siguiente clase, preguntó con voz potente desde la puerta: “A ver, ¿de quién es
esta flauta que el otro día me encontré tirada en el suelo?” —“Mía, mía”—
respondió Mariola, rebosante de alegría, que agradeció el hallazgo de Vicente,
abrazándole, a la vez que depositaba dos cariñosos besos en sus mejillas
No hará falta explicar que a nuestro aprendiz de
músico, le parecieron mucho mejor estos besos que los que ilusionadamente había
dado en solitario sobre la flauta. Consolidada la amistad con Mariola y cuando
aprendió a leer el pentagrama, Vicente también eligió la flauta como
instrumento, máxime cuando ella le pidió que se sentara a su lado para resolver
cualquier dificultad que tuviera en su aprendizaje.
Meses más tarde, Mariola y Vicente; Vicente y
Mariola, alternaban el posado de sus labios, entre sus respectivas flautas y
los labios del otro.
Bello relato
ResponderEliminarMuchas gracias, Alie, Encantado al saber que el relato te ha gustado, te envió un fuerte abrazo junto con el deseo de que disfrutes de un excelente fin de semana.
EliminarMe ha encantado el relato de amor que hacés tanto que creo que ya le babia
EliminarQue ya lo había leído
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