domingo, 16 de noviembre de 2025

 

PASAJES DE “LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS(112)

CAPÍTULO VII

 Se acerca la Fiesta

 

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Rompiendo el silencio que el tío Caparras mantenía, durante el liado del cigarrillo, mi hermano, preguntó inocentemente lo que yo no me hubiera atrevido a hacer:

―¿Por qué el alcalde cojea?

 ―¡Porque tiene una pierna jodida! ―le respondió, tronchándose de risa, a punto de caérsele el tabaco de las manos.

 ―¡Ay, Tinín, Tinín! ―dijo Caparras, meneando la cabeza―. Eres más listo que un conejo, porque, el que no pregunta, ni sacia la curiosidad ni llega a saber nunca nada ―dijo mirándonos. Luego, llevándose el pitillo a la boca, buscó y encontró el chisquero, prendió el cigarro y, tras lanzar dos bocanadas de humo, comenzó a decir:

―Sebas iba para cura y ya le faltaba poco para ser ordenado, pero en unas vacaciones en las que ayudaba a sus padres en las tareas del campo, no se pudo hacer con el mando de un alazán y se cayó, rompiéndose la pierna por mil sitios. Aunque le operaron varias veces, la pierna no se enderechó y hubo de colgar los hábitos, porque como es sabido, un cojo no puede cantar misa. En éstas, estando el muchacho en casa tragándose el disgusto, acertó a pasar por aquí un jefazo del Movimiento, que viendo su situación le colocó en Zamora como secretario de no sé quién, después le enchufó en la Cámara Agraria y, andando el tiempo, en cuanto tuvo ocasión, le hizo alcalde. Ya veis, chicos ―concluyó―; a Sebas le pasó como a san Pablo, que a partir de caerse del caballo, fue cuando hizo carrera.

―Anda, Caparras, ¡que cuentas unas cosas a los chicos! ―dijo María, la Perdiz, entrando en la habitación con una bandeja en la que había pastas y refrescos de naranja―. ¡Bastante sabrán ellos quién fue san Pablo!

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