PASAJES
DE "CÉCILE.AMORÍOS Y MELANCOLÍAS..." (30)
CAPÍTULO V
La Acogida
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Por aquellos días la alegría alcanzó de lleno a mi
hermana Margarita. En una de las múltiples cartas que recibía del enamorado
Nacho, éste le comunicaba que, gracias a un amigo suyo que había adquirido
recientemente un “Hispano-Suiza”, se verían pronto, aunque no concretaba fecha.
Al conocer la noticia mi madre puso rápidamente en marcha los preparativos
necesarios para que nuestro hogar luciera como el jaspe: se acuchilló y barnizó
la tarima del salón-comedor; el recibidor supo, tras varios años, lo que era
una mano de pintura; se cambió la grifería del aseo que utilizaban las visitas,
y los muebles del salón, vitrina y aparador incluidos, recibieron lustre
suficiente como para que parecieran recién estrenados. Se trataba, en
definitiva, de que las estancias a las que tendría acceso Nacho, estuvieran en
perfecto estado de revista. En esta ocasión no se tuvieron en cuenta los
gastos, porque según decía mi padre: “Casar bien a una hija es la mejor
inversión que se puede hacer, y mis futuros consuegros han de saber que si
ellos tienen fábrica de muebles y habitan en una mansión, un notario de
Valladolid no vive precisamente en una choza”.
Para que
nada ni nadie desentonara en un ambiente artificialmente creado, mi padre,
reuniendo al servicio, les indicó:
―Mañana mismo, Lola, llevas a Petra al comercio de
Domiciano Martín y adquieres para ella un uniforme a juego con el tuyo, con su
delantal, su cofia y un par de guantes blancos para servir la comida. Después,
en cualquiera de las zapaterías de la calle Mantería, cómprale un par de
zapatos negros de tacón bajo. Quiero que a partir de ahora las zapatillas sólo
se utilicen para andar por la cocina. No hace falta que lleves dinero
―recomendó―; basta con que digas que son para mi casa.
Y luego, retorciendo las guías del bigote, sin
mirar a tata Lola, despejó las dudas que la mujer pudiera tener sobre cómo
comprar sin dinero.
―En esta ciudad mi apellido es toda una garantía
―afirmó rotundo.
La orden fue diligentemente cumplida por tata
Lola: al día siguiente y como era de esperar, Petra hubo de probarse el
uniforme para recibir de mis padres el visto bueno.
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delicioso, como siempre. Un descubrimiento el haberte conocido, caro amigo
ResponderEliminarEn realidad, ha sido un descubrimiento mutuo, porque desde el momento en que leí tu blog, puedes contarme entre tus fans. Gracias por leerme y, en espera de conocernos personalmente, recibe anticipadamente un fuerte abrazo.
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