domingo, 6 de noviembre de 2016

PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (30)

CAPÍTULO I
El Viaje
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A juzgar por su semblante a mi progenitor le parecía estupendo el viajecito, pero a mí, desde que tuve uso de razón, el hecho de ir al pueblo me angustiaba. Dos o tres días antes del acontecimiento, se colocaban las maletas abiertas en el cuarto de planchar y, cual enormes estómagos, iban engullendo ropa de estar por casa y de calle, zapatos, zapatillas y chanclas, cremas, colonias y diversos utensilios de aseo, sin olvidar la exprimidora, las gafas de sol, los prismáticos y un largo etcétera, hasta duplicar con creces la capacidad del habitáculo. Menos mal que al final, tata Lola se volcaba materialmente sobre la tapa y conseguía, con su impresionante delantera, ejercer la presión necesaria hasta oír el ansiado «clic» que confirmaba la excelente calidad del cartón-piedra.
Este año, al acabar la operación, acalorada, sudorosa y jadeante, la tata, se hizo esta reflexión:
―¡Anda, que si nos hemos olvidado algo!
―¡El chaleco!, ¡el chaleco de punto! ―exclamó mi padre, antes de que «algo» hubiera alcanzado la pared, y como notara en la tata un gesto de desesperación, enseguida corrigió el yerro.
―Por esta vez, no te preocupes, Lola, el verano se presenta cálido y por las noches no ha de refrescar mucho. Con los otros dos chalecos espero poder pasar sin constiparme mis treinta días de merecido descanso.

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