jueves, 10 de noviembre de 2016

LA SOSPECHA

Una duda constante me persigue.
No tengo la certeza, sólo sospecho que escuché
el quejido de un  árbol cortado,  
junto a la fuente cantarina,
de la que nunca bebí cuando la sed
me urgía. Fue entonces cuando
me sedujo el sueño
de construir a mi modo el Universo.
No quiero recordar las antorchas
encendidas del deseo
alumbrándome, sin reparar
en el fulgor de las estrellas,
ni el paño raído con el tapé mis vergüenzas
cuando el alba me sorprendió,
como Adán, viviendo el desengaño.
Únicamente quiero recordar que,
desde ese momento fatal, aprendí a vivir
de otra manera, cayéndome y levantándome
en el camino fangoso que elegí libremente.
Ahora, hombre mortal, al fin y al cabo,
transito por la tortuosa senda de la vida,
llevando como un fardo la sospecha
si fue cierto, o no, el dolor del árbol herido,
o si reprimí a tiempo la sed, que todavía siento,
de beberme de un sorbo el infinito.


Fotografía de Maribel Diez Salgado

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