DE LO IMAGINADO A LO CONCRETO
PRÓLOGO
Sepan los lectores que prologar la nueva obra de Carlos Malillos significa no solo un privilegio sino también emoción. Sepan también que la amistad y la admiración hacia su obra no supondrá impedimento para que sea objetiva, sí, mas, permítanme cierta subjetividad nacida del afecto. Puedo asegurarles que nuestro escritor es tremendamente generoso puesto que de su generosidad y de su talento, tenemos en nuestras manos un regalo: De lo imaginado a lo concreto, poemario publicado por Galeón Books.
De lo imaginado a lo concreto se trata de una invitación, por parte del poeta, a transitar por las distintas dimensiones que forjan lo tangible y lo intangible, que fraguan, en lo abstracto del amor, del desamor o del paso del tiempo, lo concreto de una experiencia vital, que es la suya y, a la vez, la nuestra. Y es que, no olvidemos, los sentimientos, los deseos que, inicialmente, existen solo en el ámbito personal y nebuloso de lo imaginario, van cobrando forma en la realidad única de este yo lírico que pasea a través del ritmo interno de sus versos, al igual que lo hace el Homo Viator, que es vida y que es viaje. (“Hoy solo quiero sentir el amor / por las venas endurecidas de mi ser, / con un deseo enorme de vivir esperanzado / y de poder hacer en paz mi recorrido”).
El poemario comienza con “Poesía para todos”, título que alude a la metapoesía. Con él Carlos Malillos expresa que esta, la poesía, es un ángel que me anima, un demonio que me encadena, en clara referencia a Gabriel Celaya “La poesía es un arma cargada de futuro”. Incluso, nuestro poeta revela la necesidad de la lírica para comprender un mundo por el que caminan los invidentes de corazón, carentes de empatía. (“Por eso he compuesto estos versos / pensando en los invidentes / de corazón, mezquinos y angélicos / compartiendo a un mismo tiempo, / la historia de su tiempo.
Más aún, el poeta confiesa que es un letraherido, como Gil de Biedma, que, enfermo, poseído por la escritura, solo tiene como remedio la escritura misma.
Hoy ha rozado la inspiración, mañana volverá una vez más a intentarlo.
Pero no es solo la metapoesía lo que saborearemos en estos nuevos poemas de Carlos Malillos, sino que por ellos pululan sentimientos y emociones atemporales y humanas. De ahí que, en su lectura, se presientan y se sientan tanto la pasión gozosa o la hiriente, como la contemplación y el inevitable paso del tiempo que lo dice todo. Porque, en realidad, la vida se va hilvanando con la aguja de las ausencias y de las presencias, y que es, simplemente, la que maneja los hilos de la nostalgia, de la alegría, de la soledad, de la plenitud incierta, de los destellos del enamoramiento o de algún que otro amargo fulgor de lo que pudo ser y no fue.
Desde luego, el amor es uno de los temas más recurrentes dentro del poemario pues emerge, en todas sus formas, como un territorio en el que se exploran las luces y las sombras de la entrega, la vulnerabilidad y la complicidad. (“Eres, mujer, salvadora de abismos, / luz que ilumina las cavernas, / música celestial, / viento suave que estremece / despertares inciertos”.) Y, junto a él, reside el desamor, que, como su opuesto, es el eco de lo perdido o de lo que se desvaneció con el implacable acontecer del tiempo y que desemboca en soledad no deseada. (“Triste final que ocupa mis noches en vela, /mientras me invade la certeza segura / de no volver a encontrar el calor de tus labios.”)
Precisamente, otro de los temas más tratados es el tiempo, testigo silencioso, inevitable y certero, que nos envuelve. En este marco de lo ineludible, los versos se desenvuelven en una suerte de diálogo con la temporalidad y van marcados por la cadencia que modula la verdad de que todo lo vivido se desvanece, de que cada día, cada año son agentes que erosionan y dejan huellas en nuestra piel y en nuestra alma. Aunque, afortunadamente, existe la esperanza de encontrar, de ser o de estar. (“Háblame otra vez de amor, antes que el alba / diga que sueño fue y se deshizo.”).
Es importante, igualmente, mencionar el valor que en De lo imaginado a lo concreto tiene el ámbito de la contemplación. A través de ella, rezuman imágenes, símiles y metáforas que dan sentido a todos los sentidos. Ahí es donde convergen la “Paz que anhelo”, el atardecer en la ciudad, las notas de Beethoven, el invierno, el mar, el roce con la piel amada. (“Eres, mujer, salvadora de abismos, / luz que ilumina las cavernas, / música celestial, / viento suave que estremece”), o el deseo de apagar mi sed / en el cáliz entreabierto de tus labios.
Llaman la atención las numerosas estructuras repetitivas que buscan el ansia de Carlos Malillos por evocar lo que anhela, como es el caso del poema “Rizos” o el vocativo Laura en “Cinema Paradiso”, y por supuesto, “El mar, mi mar”, cuyas olas, en eterno vaivén, nos acercan a Rafael Alberti “El mar, la mar”. Este afán contemplativo ya se aprecia en la cubierta del poemario, ilustrado por su hermano Manuel. Ut pictura, poiesis, locución de Quinto Horacio Flaco, como la pintura es la poesía, o, viceversa. ¿No encontramos aquí un ejemplo evidente de que así es?
En definitiva, De lo imaginado a lo concreto es un poemario que aborda temas universales de la conciencia humana, personalizándolos y contextualizándolos. Con ellos, Carlos Malillos da rienda suelta a la imaginación, ya sea experiencial o imaginaria, para llegar al mundo sensorial y sensitivo que compartimos todos. Ese mundo se alcanza, quizás, tras recorrer un trayecto o empezar la aventura de detener los instantes con la mirada puesta hacia lo efímero y lo eterno, hacia ese abrir de ventanales con los que vislumbrar los parajes del alma.
A ustedes, lectores,
les queda la tarea de iniciar la marcha y dejarse llevar por la voz de Carlos
para emocionarse y reencontrase con un momento íntimo, concreto, que, como
nuestro que es, nos moldea y nos construye.
Alicia
López Martínez