domingo, 17 de noviembre de 2024

 

DE LO IMAGINADO A LO CONCRETO

 

 

 

PRÓLOGO

Sepan los lectores que prologar la nueva obra de Carlos Malillos significa no solo un privilegio sino también emoción. Sepan también que la amistad y la admiración hacia su obra no supondrá impedimento para que sea objetiva, sí, mas, permítanme cierta subjetividad nacida del afecto. Puedo asegurarles que nuestro escritor es tremendamente generoso puesto que de su generosidad y de su talento, tenemos en nuestras manos un regalo: De lo imaginado a lo concreto, poemario publicado por Galeón Books. 

De lo imaginado a lo concreto se trata de una invitación, por parte del poeta, a transitar por las distintas dimensiones que forjan lo tangible y lo intangible, que fraguan, en lo abstracto del amor, del desamor o del paso del tiempo, lo concreto de una experiencia vital, que es la suya y, a la vez, la nuestra. Y es que, no olvidemos, los sentimientos, los deseos que, inicialmente, existen solo en el ámbito personal y nebuloso de lo imaginario, van cobrando forma en la realidad única de este yo lírico que pasea a través del ritmo interno de sus versos, al igual que lo hace el Homo Viator, que es vida y que es viaje. (“Hoy solo quiero sentir el amor / por las venas endurecidas de mi ser, / con un deseo enorme de vivir esperanzado / y de poder hacer en paz mi recorrido”). 

El poemario comienza con “Poesía para todos”, título que alude a la metapoesía. Con él Carlos Malillos expresa que esta, la poesía, es un ángel que me anima, un demonio que me encadena, en clara referencia a Gabriel Celaya “La poesía es un arma cargada de futuro”. Incluso, nuestro poeta revela la necesidad de la lírica para comprender un mundo por el que caminan los invidentes de corazón, carentes de empatía. (“Por eso he compuesto estos versos / pensando en los invidentes / de corazón, mezquinos y angélicos / compartiendo a un mismo tiempo, / la historia de su tiempo.  

Más aún, el poeta confiesa que es un letraherido, como Gil de Biedma, que, enfermo, poseído por la escritura, solo tiene como remedio la escritura misma. 

Hoy ha rozado la inspiración, mañana volverá una vez más a intentarlo. 

Pero no es solo la metapoesía lo que saborearemos en estos nuevos poemas de Carlos Malillos, sino que por ellos pululan sentimientos y emociones atemporales y humanas. De ahí que, en su lectura, se presientan y se sientan tanto la pasión gozosa o la hiriente, como la contemplación y el inevitable paso del tiempo que lo dice todo. Porque, en realidad, la vida se va hilvanando con la aguja de las ausencias y de las presencias, y que es, simplemente, la que maneja los hilos de la nostalgia, de la alegría, de la soledad, de la plenitud incierta, de los destellos del enamoramiento o de algún que otro amargo fulgor de lo que pudo ser y no fue. 

Desde luego, el amor es uno de los temas más recurrentes dentro del poemario pues emerge, en todas sus formas, como un territorio en el que se exploran las luces y las sombras de la entrega, la vulnerabilidad y la complicidad. (“Eres, mujer, salvadora de abismos, / luz que ilumina las cavernas, / música celestial, / viento suave que estremece / despertares inciertos”.) Y, junto a él, reside el desamor, que, como su opuesto, es el eco de lo perdido o de lo que se desvaneció con el implacable acontecer del tiempo y que desemboca en soledad no deseada. (“Triste final que ocupa mis noches en vela, /mientras me invade la certeza segura / de no volver a encontrar el calor de tus labios.”) 

Precisamente, otro de los temas más tratados es el tiempo, testigo silencioso, inevitable y certero, que nos envuelve. En este marco de lo ineludible, los versos se desenvuelven en una suerte de diálogo con la temporalidad y van marcados por la cadencia que modula la verdad de que todo lo vivido se desvanece, de que cada día, cada año son agentes que erosionan y dejan huellas en nuestra piel y en nuestra alma. Aunque, afortunadamente, existe la esperanza de encontrar, de ser o de estar. (“Háblame otra vez de amor, antes que el alba / diga que sueño fue y se deshizo.”). 

 Es importante, igualmente, mencionar el valor que en De lo imaginado a lo concreto tiene el ámbito de la contemplación. A través de ella, rezuman imágenes, símiles y metáforas que dan sentido a todos los sentidos. Ahí es donde convergen la “Paz que anhelo”, el atardecer en la ciudad, las notas de Beethoven, el invierno, el mar, el roce con la piel amada. (“Eres, mujer, salvadora de abismos, / luz que ilumina las cavernas, / música celestial, / viento suave que estremece”), o el deseo de apagar mi sed / en el cáliz entreabierto de tus labios. 

Llaman la atención las numerosas estructuras repetitivas que buscan el ansia de Carlos Malillos por evocar lo que anhela, como es el caso del poema “Rizos” o el vocativo Laura en “Cinema Paradiso”, y por supuesto, “El mar, mi mar”, cuyas olas, en eterno vaivén, nos acercan a Rafael Alberti “El mar, la mar”. Este afán contemplativo ya se aprecia en la cubierta del poemario, ilustrado por su hermano Manuel. Ut pictura, poiesis, locución de Quinto Horacio Flaco, como la pintura es la poesía, o, viceversa. ¿No encontramos aquí un ejemplo evidente de que así es? 

En definitiva, De lo imaginado a lo concreto es un poemario que aborda temas universales de la conciencia humana, personalizándolos y contextualizándolos. Con ellos, Carlos Malillos da rienda suelta a la imaginación, ya sea experiencial o imaginaria, para llegar al mundo sensorial y sensitivo que compartimos todos. Ese mundo se alcanza, quizás, tras recorrer un trayecto o empezar la aventura de detener los instantes con la mirada puesta hacia lo efímero y lo eterno, hacia ese abrir de ventanales con los que vislumbrar los parajes del alma. 

A ustedes, lectores, les queda la tarea de iniciar la marcha y dejarse llevar por la voz de Carlos para emocionarse y reencontrase con un momento íntimo, concreto, que, como nuestro que es, nos moldea y nos construye.

Alicia López Martínez

jueves, 14 de noviembre de 2024

   LAS FINANZAS DE BARTOLO

 

 

 

(Obra teatral en tres Actos)

 

 

ACTO PRIMERO

(En el despacho del director de una conocida

entidad bancaria)

 

BARTOLO— Buenos días. ¿Se puede?

EL DIRECTOR— Pase y siéntese, por favor, don...

BARTOLO— Bartolo Paniagua, para servirle.

EL DIRECTOR— Encantado de conocerle, don Bartolo. Ya me ha indicado mi secretaria que un caballero deseaba conocerme para invertir unos ahorrillos.

BARTOLO— Así es, señor Director. Tengo una pequeña cantidad de dinero ahorrada, repartida en varias entidades bancarias y quisiera unificarla en su Banco, teniendo en cuenta las condiciones que publicitan en el exterior.

EL DIRECTOR— ¿De qué cantidad estaríamos hablando?

BARTOLO— De unos quinientos mil euros, que pueden ser más cuando venda unos terrenos que tengo en el pueblo.

EL DIRECTOR— ¡Enhorabuena, amigo! Ha dado usted con el Banco apropiado. Acogiéndose a nuestra oferta de cuenta "Banca Azul", por ese dinero le podríamos dar un 1%, que llegaría al 2% si la cantidad total llegara al millón, además de una tarjeta de crédito y acceso a nuestra web on-line, todo ello totalmente gratis.

BARTOLO— ¿Tendría comisión de mantenimiento?

EL DIRECTOR— En absoluto, don Bartolo. Mientras yo sea el director de esta sucursal, usted no pagará ninguna comisión. Es una atención personal que tengo con clientes VIP, como usted.

BARTOLO— Siendo así, cuente con un cliente más.

EL DIRECTOR— Excelente, amigo. Yo me encargaré de todo. No obstante necesito que me firme las correspondientes autorizaciones y los contratos de la nueva cuenta, de la tarjeta de crédito, de la autorización on-line y otras minucias.

(Una hora más tarde, después de haber firmado no menos de treinta veces)

EL DIRECTOR—Bueno, pues ya lo tenemos todo. Considere esta entidad como su propia casa y si tiene algún problema, no dude en acercarse hasta nuestra entidad, en donde será convenientemente atendido.

BARTOLO— Gracias, muchas gracias.

EL DIRECTOR— De nada, don Bartolo. Ha sido un placer.

 

 

ACTO SEGUNDO

(En la misma entidad bancaria, seis meses más tarde)

 

BARTOLO (dirigiéndose a una empleada)— Buenos días. Desearía hablar con el Director.

EMPLEADA—El Director no se encuentra en la Oficina y no creo que regrese en toda la mañana, pero no se preocupe que yo estoy aquí para resolver sus dudas.

BARTOLO—Verá, señorita, hace seis meses que deposité mi dinero en la cuenta "Banca Azul" y todavía no he recibido los intereses y me han cargado un dinero en concepto de "comisión de mantenimiento".

EMPLEADA— "Banca Azul"..."Banca Azul"... ¡Ah, sí! Era una cuenta que tuvimos hace un tiempo, pero que ya no existe. Su depósito habrá sido transferido a una libreta de ahorro, "La Libreta Blanca", que no produce interés alguno, de ahí que no haya recibido ninguna remuneración y, por supuesto, esta cuenta lleva una pequeña comisión de mantenimiento.

BARTOLO— ¡Pues sí que estamos bien! ¿Y cómo es que no me han avisado?

EMPLEADA— Eso supondría haberle enviado una carta y le hubiéramos tenido que cobrar el sello. Nosotros miramos por el dinero de nuestros clientes.

BARTOLO— ¿Existe algún medio de que no me cobren la comisión de mantenimiento?

EMPLEADA—¡Naturalmente! Sólo tiene que domiciliar la nómina.

BARTOLO— Siendo así... Mañana la domicilio aquí. Adiós y gracias.

 

 

ACTO TERCERO

(En el mismo lugar, otros seis meses después)

 

BARTOLO (visiblemente enfadado se dirige a un empleado)— ¡Quiero hablar con el Director!

EMPLEADO— Por favor, señor, baje el volumen de voz. En este momento no tenemos Director porque estamos en un proceso de reestructuración de nuestra red de oficinas bancarias. Pero yo le puedo atender. ¿Qué desea?

BARTOLO— Deseo saber por qué me siguen cobrando la comisión de mantenimiento en "La Libreta Blanca", si ya domicilié la nómina.

EMPLEADO— Es que desde hace unos meses, la domiciliación de la nómina no es suficiente; se necesita hacer un Seguro de Vida, tener domiciliados tres recibos y realizar un gasto mensual con la tarjeta de crédito de, al menos, quinientos euros.

BARTOLO— Pero esto no es lo que yo firmé inicialmente. ¡Me siento estafado!

EMPLEADO— Lo siento caballero, pero son normas que nos vienen de arriba y yo no puedo hacer absolutamente nada.

BARTOLO— En ese caso, mañana mismo retiro el dinero.

EMPLEADO— Puede hacerlo cuando desee, pero le advierto de que el coste de un cheque bancario es de trescientos euros.

BARTOLO— Pues lo saco en efectivo.

EMPLEADO— Si decide hacerlo así, tardaremos unos días en tenerlo disponible.

BARTOLO— ¡Me da igual! Me lo llevaré aunque tenga que contratar una furgoneta.

EMPLEADO (hablando a Bartolo en tono paternal)— Piénselo bien. No debería decir yo esto, pero todos los bancos hacemos lo mismo. Además, fuera, en el barrio, hay gente que puede enterarse de que tiene dinero en casa y... Compréndalo cada vez hay más ladrones...

BARTOLO (enfadadísimo y confuso abandona la entidad mientras masculla)— Ya sé que hay ladrones fuera. Ahora he comprendido que también los hay dentro.

 

FIN


                                                 

domingo, 10 de noviembre de 2024

 



LA NOCHE

 

   

 



Aquí, en la oscura noche

en donde vivo oculto,

manejo a mi modo el recuerdo.

Actualizo la distancia y el tiempo pasado

imaginando el nombre

que me ensueña, esfumándose y

presentándose como una aparición

en el lindero de mi vida

como algo que sucedió y aún está pasando.

Revivir la nostalgia, es morir

sin haber muerto.

 

Sobre el teclado del ordenador,

pienso y recito a media voz

los versos que compuse

solamente para ti

cuando la primavera, la risa

y el amor, eran la misma cosa.

Flotan en el aire los perfumes

atrapados de recuerdos, los sabores

del néctar de tus labios que libaba

a cada instante, como esencia de vida,

mientras acariciabas mi pelo,

y, encendido, dibujaba tu contorno con mi mano.

 

En la oscura noche, todo es posible.

Evoco sin rencor la despedida,

el triste adiós y el desencanto.

Quizás fue bueno no morir de amor entonces,

para seguir muriendo ahora, a cada instante,

cuando la noche y su negrura

me oculta la bóveda celeste

y, sin embargo,

cara al amanecer, tendré que ver

el cielo como el alma, hecho jirones,

antes de cerrar mis ojos y entregarme

a la noche sorprendente de mis sueños.

 

Fotografía de Nicolás Ventosa López

Santa Pola (Comunidad Valenciana)


 


jueves, 7 de noviembre de 2024

 

FÁBULA DE LA JIRAFA SOLIDARIA

 

En muchas regiones de África, el monzón africano, con su pertinaz lluvia, inunda sabanas y pastizales durante más de cuatro meses. “Yuca”, una jirafa joven y esbelta soportaba la difícil situación, agravada por el hecho de encontrarse en los últimos días de gestación.

A la luz de la Luna, amparada por la presencia de sus congéneres, se recostó cerca de unas acacias y parió un hermoso ejemplar al que bautizó con el nombre de “Titán”, al que desde el primer momento dedicó todos sus cuidados. El recién nacido se refugiaba entre las patas maternas con ese instinto natural  que tienen los animales para protegerse de sus depredadores, en este caso, leopardos y hienas manchadas.

Con el paso de los días, Titán fue creciendo y robusteciéndose de forma tal que destacaba por su altura, cualidad, sin duda, debida, a los genes heredados. Durante todo este tiempo fue recibiendo sabios consejos de su madre como el de no alejarse mucho del grupo de los mayores o el no comer demasiado cuando el alimento escaseaba, para dar oportunidad a que sus jóvenes compañeros, de menor alzada que él, tuvieran la oportunidad de saciar su hambre. Al llegar a la edad adulta, Titán era la jirafa más alta de su familia, con un cuello que superaba con creces los dos metros  y una estatura tan elevada que le permitía alcanzar los tallos a los que otros no llegaban.

Valiéndose de la lengua y del labio inferior prensil atrapaba su alimento pero sin que nunca ramoneara de los tallos situados a inferior altura, con el fin de no privar de comida a jirafas no tan altas.

Seguir el consejo materno le hizo granjearse el aprecio de todos y gozar así, de la empatía de la manada.

MORALEJA: Sé solidario. Para vivir no necesitas tanto.

 

 

domingo, 3 de noviembre de 2024

 

HAIKUS DEL FRÍO QUE VIENE

 

 

Viene noviembre

con tragedias y muertes.

¡Qué mal empiece!

 

A veces pienso,

¡qué será de las hojas

en suelo frío!

 

Hoy, san Martin,

apenas treinta días

y san Andrés.

 

Días menguantes

como el compás abierto

de mis andares.

 

Un mes y poco

para que el Niño llegue

en Navidad.

 

 

Fotografía de Joaquín de Jaudenes Ortuño

 

 

 

jueves, 31 de octubre de 2024

 

LA VIDA DE MAGÍN PUERRO

-XVII-

 

 

Suponiendo que Juanillo

tras recibir Sacramentos

en unos pocos momentos

agotaría su vida,

pensé fuera su partida

principio de mis cimientos.

 

Mi novia y yo nos dormimos

en un pajar que encontramos.

No digo si nos amamos

pero es fácil deducirlo:

siendo jóvenes, decirlo,

ofende a los bien pensados.

 

 

Nunca hubo una mañana

con luz tan resplandeciente,

ni mujer tan complaciente

como mi bella María.

Me dijo que me quería

por ser hombre diferente.

 

 

Juanillo al Cielo se fue,

anunciaron las campanas

y recobré nuevas ganas

de hacerme con el mesón,

lo soñaba, mi ilusión

no era croar de ranas.

 

 

“¿No tiene llave el mesón?

—pregunté a voz en grito—

para mí es todo un rito

recomendar a difuntos

bebiendo los deudos juntos

y que sea Dios bendito.”

                                             

domingo, 27 de octubre de 2024

 

AMANDA

 

 


 

Intuyo tu presencia, aunque no pueda verte.

Te imagino vestida de coral con pómulos rosados

presta a emerger, radiante y jubilosa

con la sonrisa franca de todo lo que nos regala el mar.

 

Hundo mis pies en el agua por sentirte cercana,

para poder vibrar al unísono cuando aparezcas,

pero me pierdo en la inmensidad de un horizonte lejano

en la profundidad misteriosa de tu corazón palpitante.

 

Generas un oleaje apacible o inquieto

que invade los pliegues de mi alma,

cuando te haces espuma sobre mi cuerpo anhelante.

 

Con cada embate del agua me emociono

pensando en tu proximidad,

pero el mar se aleja mansamente de mí

sin apenas haberme acariciado.

 

Por las mañanas, te busco con la esperanza

de saber algo más de tu ternura de ninfa

de cabellos desatados.

Siento en mi pecho el dolor agridulce

de lo imposiblemente amado

y suspiro cada tarde con la desgarradora sensación

de lo inalcanzable.

 

Me atormenta la realidad como un cuchillo hiriente

que mata toda esperanza y, sin embargo,

espero y confío escuchar, alguna vez,

ese canto delicadamente penetrante,

sutil lamento de tu voz, reclamándome.

 

Me balanceo indefenso a merced del destino,

y creo ver tu rostro en el espejo marino

en el que el sol reverbera.

Entre realidad y sueño te busco y te saludo

sin mediar palabra, y sin poder contemplarte.

Aunque cabalgues entre olas invisibles,

te esperaré varado y dolorido

en la playa, cuando el sol decline.

 

Él muere conmigo y se ilusiona al alba

con la esperanza de poder gozarte plenamente.

 

.

.

 

 

jueves, 24 de octubre de 2024

 

 LOS NÚMEROS DE LA SUERTE

 

 

Alfredo era un habitual jugador de la Primitiva sin que por ello se le pudiera considerar un ludópata, ni mucho menos, porque, únicamente, se gastaba un euro en cada sorteo. Eso sí, los seis números a los que apostaba eran cuidadosamente elegidos, pues estaba convencido de que se relacionaban, de alguna manera, con las circunstancias del mundo que le rodeaba.

De manera que, por ejemplo, contaba el número de individuos que se cruzaban con él desde que salía de casa hasta doblar la esquina. Si eran 41, ese guarismo ya figuraría en el boleto. Otras veces, anotaba el número de balcones de una determinada casa y, por supuesto, si eran 16, ya sabía cuál era la casilla que señalaría en el impreso. Con estas y otras ocurrencias rellenaba ese esperanzador papel que habría de hacerle millonario.

La cruda realidad era que jamás llegó a cobrar un premio importante, tan solo una vez la fortuna le gratificó con 16 euros y, muy de tarde en tarde, volvía a jugar gratis al acertar el reintegro.

Lo curioso del caso era que Alfredo no desistía de su original método de tentar la suerte, pues después de que supiera la combinación ganadora, explicaba perfectamente la aparición de todos y cada uno de los números ganadores. Si había salido el 4, ese número era coincidente con el de hermanos que tenía; el 25 eran los euros que recibía de propina cuando estudiaba en la Facultad; el 19 y el 36 hablaban claramente del año en que comenzó la Guerra Civil… y así sucesivamente.

La conclusión a la que llegaba siempre era la misma: Él era el que había fallado por no haber tenido en cuenta los acontecimientos apropiados y continuaba obsesionado  a la búsqueda de otros diferentes, sorteo tras sorteo.

Su novia, Begoña, le dejaba hacer, dado el pequeño desembolso semanal, aunque estaba convencida de que la suerte no suele premiar a quien la persigue. Próximo el día de su  enlace matrimonial, le propuso rellenar ella misma el boleto y eligió los siguientes números: 1, 3, 10, 20, 24, y 50. “¿En qué te has basado para formar esa combinación?”—inquirió Alfredo. “Muy sencillo—respondió Begoña— El 1 es porque al casarnos pasaremos a ser una sola carne. Los cuatro números siguientes se refieren al día de nuestra boda, que será el tres de octubre de este año y, en cuanto al 50, lo he elegido por ser el más alto y quiero que sean, al menos cincuenta, los años de felicidad que disfrutemos casados.”

Realizado el sorteo, tampoco esta vez hubo suerte, pero Alfredo se dio por satisfecho al comprobar que con Begoña era la primera vez en que había acertado plenamente.

 

 

 

domingo, 20 de octubre de 2024

 

LA DANZA DEL VIENTRE

 


(Obra teatral en tres Actos)

 

 ACTO PRIMERO

(El matrimonio en la cama)

 

LA MARUJA— ¡Jai, Antonio de mi vida! He esperao a que estuviéramos solicos en la cama para comentarte un asunto que me preocupa.

EL ANTONIO— ¡Madre del Amor Hermooso! Mu grave ha de ser la cosa pa’ que me molestes ahora que sabes que vengo reventao del mercadillo.

LA MARUJA— Sí, chacho, estoy preocupá por la Trini.

EL ANTONIO— Pues, antonces, ¿qué le ocurre a la Trini?

LA MARUJA— Se está poniendo mu gorda. Con lo joven que es, le da vergüenza a la muchacha hasta de salir a la calle y eso que me paice que ahora, anda tras ella el jalatero.

EL ANTONIO— Maruja, por mi santa maadre, no me quites el sueño por esas chorraadas. En cuanti deje de zampar bollos, eso se arregla soolo. A mayores, que coja la fragoneta y que se venga pa’ el mercadillo conmigo y en dos semanas se pone de fina como una Gipsy Kings de esas.

LA MARUJA— ¡Qué bruto eres, Antonio! Lo que la niña necesita es hacer ginasia. La voy a apuntar a la Academia de Dolores la del “Tostao”, para que haga “danza del vientre” y baje tripa.

EL ANTONIO— ¡Madre mía de lo que me enteero! No sabía yo que Dolores recetaba pastillas para mover los entestinos.

LA MARUJA— ¡Qué animal eres, Antonio! Está visto que en sacándote del calzao, no entiendes de nada. Tú déjame hacer a mí y ya verás cómo la chiquilla adelgaza.

 

 

ACTO SEGUNDO

(Dos meses más tarde, el matrimonio en la cama)

 

LA MARUJA— ¡Antonio, Antonio…! No te quedes dormío, mi arma, que en la cama es el único sitio en donde podemos parlar sin que se enteren los churumbeles.

EL ANTONIO— ¿Y qué te se ofrece ahora, Maruja de mis entraañas?

LA MARUJA— Es sobre la Trini, Antonio. Que no adelgaza, Antonio; que no adelgaza. En la Academia me dice la del “Tostao” que se mueve mucho, pero a luego la veo yo en la cocina mover más la boca. ¡Me se está quedando sin galletas! Y luego no veas los plataos de legumbre que se zampa a mediodía.

EL ANTONIO— ¡Válgame el Señoor! Tenemos que hablar con la niña antes de que nos apoden “los toneleeros”.

LA MARUJA— Sí, Antonio. En lo tocante a los hijos, pa’ luego es tarde, En cuanti antes se hable con ellos, mejor. Esta hija de mis entrañas me preocupa. ¡Ay, Dios mío, no hago más que pedir en el Culto por ella!

 

 

ACTO TERCERO

(Pocos días después, en el comedor)

 

EL ANTONIO— Vamos a ver sinus aclaramos toos: Trini ¿Se puede saber por qué no te contienes y te pasas el tiempo comiendo como si acabaras de llegar en patera?

LA TRINI— Padre, que no es pa’ tanto.

EL ANTONIO— ¡Mecagüendiela! Pues no me dice la mama que te has comido hoy un platao de lentejas que más que platao era una fuente

LA MARUJA— Tiene razón el papa, que yo lo he visto.

LA TRINI— Es que me ha dicho el jalatero que las lentejas tienen mucho hierro.

EL ANTONIO—Chacha, pero ¿pa’ qué quieres el hierro? ¿Es que te vas a hacer chatarreraa?

LA TRINI (comenzando a dar hipidos)— Es que… Es que…

EL ANTONIO— Vamos atragantaa; di que te pasa, que no te voy a comer que no soy el tío Tragaldabas

LA TRINI— Pues que… Pues que… A mí no me se quita la gordura con la danza del vientre, porque el vientre me danza solo.

LA MARUJA— ¿Y cómo es eso, chiquilla?

LA TRINI (gimoteando)— Que estoy preñada madre. Que ya tuve la danza hace tiempo con el jalatero y ahora la criatura parece que va a salir al padre, sigún se mueve.

LA MARUJA (empuñando la escoba)— ¡Acabáramos! ¿Y la honra? ¿Y el pañuelo con sus bordadicos y too? Me dan ganas de darte con la escoba y esmoñarte.

LA TRINI— No me se ponga así madre. Que el pañuelo es grande y ya me encargo yo de hacer media docena de moqueros.

EL ANTONIO— Tie razón la niña, Maruja. A grandes males… ¿No t’acuerdas cuando desotro día me se rompió el tenderete? Pues llamamos al jalatero y arreglao.

LA TRINI (abrazando a su padre)— ¡Ay papa! ¡Qué abuelo más grande vas a ser!

EL ANTONIO— Maruja, vete partiendo el pañuelo que me se cae la baba.

FIN