domingo, 26 de junio de 2016

PASAJES DE"LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS"(26)

CAPÍTULO I
El Viaje
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En cuestión de comida, llevábamos la despensa a cuestas. «Más vale que sobre que no que falte», era el lema que imperaba en los desplazamientos; los olvidos, solían traer fuertes reprimendas, como le ocurrió a Margarita cuando, estando la familia merendando en La Fuente el Sol, se percató de que había olvidado en casa la mortadela. Aquella tarde mi padre no hizo bien la digestión porque según dictaminó: «La ocasión y el paraje están pidiendo al cuerpo mortadela». Y la niña se quedó dos días sin postre.
Una vez depositadas las viandas sobre el mantel y tras santiguarnos, comenzó el reparto: primero a mi padre, como estaba mandado, que tras probar el bocadillo objetó:
―Consuelo, creo que has puesto demasiados pimientos en la tortilla. ¡A ver si me van a hacer daño!
Era hablar por hablar porque siguió con su tarea, inmisericorde con los pimientos. Como no podía estarse quieto, iba destapando con la mano diestra plato tras plato, hasta dar con lo que buscaba: oculto bajo un papel de estraza parcialmente translúcido por la grasa, reposaban los filetes, amorosamente empanados y rebozados por mi madre la tarde anterior. Señalando con el índice la pitanza, indicó nuestro menú:
 ―Consuelo: a los niños hazles un buen bocadillo de filetes, que están en edad de crecer.
Y también nos obsequió con el manual de instrucciones:
―Comed despacio, masticando sin abrir la boca
Para terminar con la imprescindible moralina:
―No hagáis ostentación del bocadillo: «en estos tiempos, muy pocos pueden comer carne como vosotros».

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