LA MUERTE DEL CISNE
Parece estar comprobado, que aquellos
acontecimientos que quedan grabados en nuestra mente en los primeros años
de existencia, no se borran con
facilidad. Al menos así le ocurrió a Germán, abogado, asesor fiscal y melómano
recalcitrante, que desde edad muy temprana, se sintió atraído por los encantos
de una compañera de Colegio, sin que supiera, como ocurre en estos casos, el
motivo de tal fijación.
Hijo de un violinista de la Sinfónica de su
localidad y de una profesora de piano, es fácil imaginar que Germán aprendió
antes a leer partituras que a juntar las letras. Tenía tan buen oído y una
predisposición tan atinada para modular sonidos que, sus padres no dudaron en
matricularlo en la Escuela de Voz y Canto a fin de que su hijo fuera con el
tiempo, un tenor de prestigio.
Germán, ajeno en un primer momento a los planes de
sus progenitores, se sintió atraído al poco de comenzar sus estudios de
Primaria, por una compañera, Alicia, cuyos ojos dulces y cándidos poseían una mirada singular.
Las cintas o diademas de vistoso colorido que hermoseaban su rubio cabello, eran
otro aliciente más para que prestara mayor atención a la nuca de la niña que a
las explicaciones de la maestra. Germán, vivió ese curso y los siguientes,
admirándola. Disfrutaba en silencio contemplando la hermosura cada vez más atrayente de la
adolescente, sin atreverse a declarar esta atracción a la interesada, por miedo
a que una respuesta negativa rompiera esa fascinación tan sugestiva. Imaginaba
que su amor platónico era la protagonista de Lakmé en la ópera de Delibes, o la
princesa Odette en el célebre ballet ”El lago de los Cisnes de Chaikovski y hacía quiméricos planes soñando
con que su ilusión se haría realidad en cualquier momento.
La casualidad o el destino
hizo, que fuera ella quien iniciara el acercamiento con motivo de la fiesta de
graduación. Alicia quedó prendada de la voz de Germán y preguntó a éste por el
camino a seguir para que ella pudiera llegar a ser bailarina de ballet, una
profesión para la que creía estar
capacitada.
— No tienes ningún problema. En mi misma Academia también se imparten ese
tipo de estudios—respondió, Germán—. Si lo deseas, yo mismo te presentaré al
Director para que cuanto antes comiences tus estudios.
Los gustos artísticos comunes y las consiguientes idas
y venidas juntos al mismo Centro de Estudios, propiciaron que ambos jóvenes se
enamoraran y que se hicieran realidad todas las expectativas de Germán. Sin
embargo, así como él no progresaba en canto lo que debía, los profesores descubrieron
en Alicia unas portentosas facultades que la catapultaron en poco tiempo a ser una
bailarina de prestigio, actuando en Ballets
cada vez más renombrados, con lo que sus salidas al extranjero menudearon
con la consiguiente disminución del tiempo dedicado al noviazgo.
Una mañana, Germán recibió la fatal comunicación en
que Alicia le manifestaba el fin de la relación “por la imposibilidad de
continuar una relación a distancia”
Germán, enormemente disgustado, abandonó todo lo que
tuviera algo que ver con el canto, aunque, por el momento, no podía reprimir
alguna lágrima cuando escuchaba “El lago de los cisnes”, e imaginaba, en cada
audición, junto a la muerte de su amor, la del cisne al que Alicia daba vida;
Alicia, aquella niña de mirada singular que lucía en el pelo cintas de colores.
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