PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN
POETA" (50)
CAPÍTULO VI
La ilusión
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Por último, actuando mejor que una actriz dramática,
Petra pasó bruscamente de la risa al llanto y concluyó reconociendo:
―¡Qué solita estoy! No me queda ni marido ni familia. Si no fuera por
este santo ―dijo, señalando a mi padre, que en ese momento entraba en el primer
sueño―, no sé dónde hubiera comido las castañas este año. Vamos a la cocina
―dijo a tata Lola, dando un respingo―, que buen vajillero nos espera y eso que
ahora me se está poniendo un dolor, asín sobre la parte de la rabadilla, que no
sé yo como acabaré el día. Como sea la “asiática” estoy amolada.
Antes de marcharse, como una buena prestidigitadora, sacó, en una hábil
maniobra, un pañuelo de la manga, se lo llevó a los ojos, después a las narices
y se sonó los mocos. De estar Domi en la escalera, hubiera oído el estrépito.
Cuando las tatas abandonaban el salón, mi madre suspiró aliviada,
disimulando, de paso, con su gemido, el ronquido paterno.
Margarita, aprovechó la ocasión de pillar desprevenido a mi padre, para
pedir lo que no estaba segura se le concediera.
―Papá, papá ―gritó, despertando a su progenitor―; Nacho y yo hemos
pensado que podíamos hacer en casa un guateque de despedida. Mañana hará mucho
frío para estar por la calle y si queremos ir a bailar tendríamos que hacerlo
solos, y ya sabemos que eso no os parece bien...
―Por mi parte ―respondió mi padre, que acaba de entrar en el mundo real―,
creo que está muy bien pensado. Tenéis mi permiso y creo que también el de tu
madre. Aquí estaréis al resguardo de algunas lenguas viperinas que buscan el
menor motivo para socavar el prestigio de mi linaje.
Con las bendiciones paternas conseguidas, el resto fue coser y cantar.
Avisamos a nuestros amigos que, como era de esperar, se alegraron por la
noticia. Yo me encargué al día siguiente de retirar las sillas y las mesitas
auxiliares para improvisar una pista de baile en la que pudiéramos evolucionar
con soltura, y Margarita se ocupó de la intendencia.
―Con dos docenas de “medias noches” será suficiente ―calculó―. Estos
días estamos empachados con tanto dulce y tanta comida.
No dije nada para no enfadar a mi hermana, pero conociendo a Goyita, me
pareció el avituallamiento un poco escaso. A Tinín le indicamos el
funcionamiento del pick-up y le confirmamos en el cargo de pinchadiscos. No
queríamos que el crío se sintiera marginado. También fue él el encargado de
hinchar los globos y de ayudarme a decorar el salón con serpentinas y
guirnaldas. El ambiente a conseguir debía ser lo más parecido al de un salón de
baile y, aún a riesgo de parecer inmodestos, creo que lo conseguimos.
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