ROMA, ROMA...
Atesora esta ciudad el encanto del descubrimiento continuo
de la belleza. Pasear por sus calles es sumergirse en un mundo rico en sorpresas
artísticas que te atrapan a cada paso. Tras una basílica, un palacio, después
de este, un museo; un poco más allá, las ruinas que constatan el esplendor de
épocas pasadas y casi sin solución de continuidad, hermosas fuentes ante las
cuales uno se queda extasiado escuchando el rumor del agua…
Mención aparte merece la visita a los Museos
Vaticanos que culmina con la contemplación de los impresionantes frescos de la
Capilla Sixtina. Después la visita obligada a la Basílica de San Pedro. Pasear
por la inigualable columnata de Bernini, que la abraza, es un gozo que solo
conoce quien ha estado allí.
Y junto a la
belleza plástica monumental, otros encantos que hacen que el turista se sienta
relajado y distraído. Es imposible no detenerse ante las famosas trattorías en donde se pueden degustar
junto a toda suerte de pizzas, medaglione,
panini, lasagna, cannelloni, las innumerables clases de pasta larga: spaghetti, tagliatelle, fettuccine, etc.
etc., servidos con una amplia variedad de salsas y acompañados del lambrusco de
l´emilia. ¡La mejor manera de reponer
fuerzas después de un largo paseo por las orillas del Tiber! Y de postre, un
apetitoso gelato, que predispone a
realizar una excelente digestión. No pondré fotografías de estos últimos
apartados para no suscitar demasiadas envidias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario