domingo, 7 de octubre de 2018


ROMA, ROMA...

Atesora esta ciudad el encanto del descubrimiento continuo de la belleza. Pasear por sus calles es sumergirse en un mundo rico en sorpresas artísticas que te atrapan a cada paso. Tras una basílica, un palacio, después de este, un museo; un poco más allá, las ruinas que constatan el esplendor de épocas pasadas y casi sin solución de continuidad, hermosas fuentes ante las cuales uno se queda extasiado escuchando el rumor del agua…

Mención aparte merece la visita a los Museos Vaticanos que culmina con la contemplación de los impresionantes frescos de la Capilla Sixtina. Después la visita obligada a la Basílica de San Pedro. Pasear por la inigualable columnata de Bernini, que la abraza, es un gozo que solo conoce quien ha estado allí.

 Y junto a la belleza plástica monumental, otros encantos que hacen que el turista se sienta relajado y distraído. Es imposible no detenerse ante las famosas trattorías en donde se pueden degustar junto a toda suerte de pizzas, medaglione, panini, lasagna, cannelloni, las innumerables clases de pasta larga: spaghetti, tagliatelle, fettuccine, etc. etc., servidos con una amplia variedad de salsas y acompañados del lambrusco de l´emilia. ¡La mejor manera de reponer fuerzas después de un largo paseo por las orillas del Tiber! Y de postre, un apetitoso gelato, que predispone a realizar una excelente digestión. No pondré fotografías de estos últimos apartados para no suscitar demasiadas envidias.



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