ENTRE DOS AGUAS
Vio en el retrovisor cómo los edificios de su ciudad
se iban achicando, mientras la autovía se abría en canal ante él, tal vez
indicándole que el futuro que le esperaba seiscientos kilómetros más lejos, era
prometedor y de mejor calidad que el que abandonaba. Así se lo habían asegurado
en su empresa, luego de ascenderle, a su pesar, a un puesto mejor remunerado y
de mayor responsabilidad.
El corazón se le desgarraba pensando en Ana, su
novia de toda la vida, que el día anterior lo había despedido envuelta en un
mar de lágrimas."Es por nuestro bien"—le había dicho Ramón, a modo de
consuelo". " Mi bien eres tú"—contestó la joven, entre sollozos.
Tres meses intentando aclimatarse al ritmo de
trabajo y al trajín de la gran ciudad, dejan poco tiempo libre y Ramón invertía
buena parte de su ocio para comunicarse con Ana, en conversaciones que, en un
principio, empezaron por reiterar su enorme deseo de abrazarla, para luego
convertirse en mil maneras rutinarias de decirle que la amaba, deseando que el
verano llegara pronto y, con él, el momento de hacer realidad lo que
constantemente soñaba: poder vivir juntos. Los nuevos compañeros de trabajo se
extrañaban de la monacal vida de Ramón y más de una vez intentaron, sin éxito,
que conociera nuevas amistades en noches de vino y rosas, pero Ramón se
mantenía fiel a su amada.
Una tarde, después de una comida y posterior reunión
de trabajo, tuvo ocasión de conocer a Rocío, una mujer despampanante y
desahogada que formaba parte del oponente grupo negociador. Rocío unía a su
natural belleza, un trato cercano y afable; además, sin saber el porqué, se
fijó en Ramón desde el primer momento y no paró hasta colocarse a su lado y sugerirle
en tono confidencial: "Los negocios con amor, siempre se ven coronados por
el éxito". Un intercambio de teléfonos y dos cubatas apresuradamente
bebidos, dieron lugar a que los importantes temas comerciales que se estaban
ventilando, se negociaran entre las suaves sábanas de un lujoso hotel...
Desde aquel día, los guasap de Rocío se
multiplicaban casi tanto como las llamadas perdidas de Ana, que, preocupada por
el excesivo trabajo de su novio, pensó que visitar por sorpresa a Ramón podría
aliviarle de su estrés.
Ana no hubiera imaginado jamás que, al reencontrarse
con su amado, un persistente aroma de colonia femenina inundara el apartamento,
ni que varias prendas íntimas de mujer aparecieran esparcidas por el
dormitorio. El tartamudeo de Ramón intentando explicar lo inexplicable, abortaron
de golpe sus ilusiones y precipitaron su rápido regreso a casa. El rellano de
la escalera fue testigo de múltiples improperios, entre los que
"malnacido" y "sinvergüenza"
se repitieron con inusitada intensidad.
Envuelto en una pegajosa y excitante tela de araña
amorosa, nuestro ejecutivo no acusó el impacto de la ruptura y continuó
alternando negocios y diversión con una mujer que le garantizaba pasión y
divertimento en cada encuentro, pero que cortó, sorpresivamente, cualquier
comunicación, cuando las negociaciones llegaron a su término. La atenta Rocío
dejó de responder a sus mensajes y la única vez que pudo hablar con ella
escuchó desde su iphone estas duras palabras:"El proceso ha culminado con éxito.
Ya no hay negociación y, por tanto, el amor no tiene razón de ser".
Ramón maldijo a la que hasta entonces le había
colmado con toda suerte de delicadezas y se sintió ridículo, vilmente engañado
y moralmente destrozado. Buceando entre dos aguas, un amor ilusorio le había
hundido hasta tocar fondo en el proceloso mar de la vida.
Buscando salir a flote, solo veía en superficie la
figura de Ana y a ella recurrió en llamadas que no alcanzaban su objetivo
porque su número estaba bloqueado. Sin darse por vencido, le escribió varias
cartas en las que intentaba justificar su error, pretextando bisoñez y
mostrando su arrepentimiento, comprobando que las cartas eran devueltas sin
haber sido abiertas.
Meses más tarde, supo por un amigo común que Ana
vivía recluida en su domicilio y este hecho fue el detonante que le impulsó a
tomar una drástica decisión: se despidió de la empresa e inició el camino de
vuelta a su ciudad de origen con la única pretensión de volver a enamorar a
Ana...
Fotografía de Juan Jesús García Visa
Ramón, cuando tomó la decisión de renunciar a todo no valoró los riesgos de su aventura. Estaba tan rabioso... una "niñata" había ofendido su masculinidad y le había tratado como una marioneta. Sus hormonas estaban revueltas que le impedían pensar que volvería a ser aquél hombre conquistador capaz de enloquecer a las mujeres, y mucho más a su fiel enamorada, Anita. No importaba que ésta le devolviera sus cartas, cuando le viera sucumbiría ante él, de eso no tenía la menor duda. Ya tenía el billete en sus manos, las maletas a punto...
ResponderEliminarGracias, querido comunicante, por exponer aquí la continuación de mi relato. No obstante, te indico, que el lugar apropiado para su publicación es mi muro de facebook. Por favor, traslada a aquel lugar tu conclusión. Muchas gracias.
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