domingo, 20 de septiembre de 2020

 

 

 

PARIS. OH, LÀ LÀ! (13)

 

                                        

 

.................

Presumiendo que en nuestra siguiente cita me solicitaría más versos y mi capacidad de creación no daba para tanto, copié poemas poco conocidos de Ronsard, Baudelaire  y Paul Claudel entre otros, modificándoles a posta para que el francés no resultara tan perfecto. Ya me encargaría yo de retener la copia después de leérselos para que no descubriera el engaño. Estando trabajando en tan ardua tarea, madame Claudine me avisó de que una señorita me solicitaba por teléfono. Era Giselle la que se encontraba al otro lado del hilo telefónico. Con voz entrecortada me dijo:

—Perdona si he molestado a madame Claudine. Cuando me diste su número de teléfono ya me advertiste que solo lo podía utilizar para llamadas de emergencia, pero no puedo permanecer más tiempo en silencio—Hizo un pausa para tomar aire—.”Älvago”, tu poema ha resultado ganador y viene publicado en “Le Monde”. Ya he comprado varios ejemplares.

La noticia me aceleró el pulso e hizo que, durante unos segundos permaneciera en silencio.

—“Álvago”, “Álvago”, escuché a Giselle, preocupada.

Oh, mon Dieu! Me siento un hombre totalmente afortunado. Esto hay que celebrarlo. ¿Qué te parece si hago una excepción y el domingo en vez de componer versos vamos a celebrarlo?

—¡Claro, mon chéri, te espero en Le pont des Arts a las doce. Ça te va bien?

—Me parece estupendo, Giselle. Allí estaré.

Madame Claudine no supo por qué grité nada más colgar el teléfono y mucho menos cuando elevé su cuerpecito del suelo. Les espagnols sont un peu fous—pronunció gesticulando, mientras agitaba sus piernas a escasa distancia del suelo.

Continuar con el inventado curso en la Sorbona, me era cada vez más difícil de ocultar y mucho más hacer creer a Giselle que los sábados y domingos eran sagrados para mí por dedicarlos por completo a estudiar y componer versos. Por eso, decidí dar por concluida mi estancia en la Sorbona, lo que llevaba consigo que a partir de ese momento debía cesar en mi actividad laboral. Conociendo el mal carácter de Monsieur Albert, estaba predispuesto a recibir cualquier contestación, por eso cuando al día siguiente le comuniqué mi decisión de que a partir del domingo, por motivos personales, no volvería  a trabajar en el restaurante, no me extrañó que respondiera:

Alors, je prépare le reglèment? Pense-y bien de peur de le regretter—.Arguyó, monsieur Albert, acostumbrado a ser él el autor de los despidos.

Je l´ai pensé très bien. L´esclavage a été aboli depuis longtemps—respondí arrogante, seguramente con una mala pronunciación.

Liberado del compromiso laboral, eché cuentas y comprobé que con el dinero que acababa de recibir y lo que conservaba, tenía más que suficiente para pasar sin agobios el mes de mayo e incluso para permitirme ciertos caprichitos. El primero de ellos sería invitar a comer a quien tanto se había preocupado para presentar mi trabajo a tiempo.

El domingo, Giselle, se presentó espectacularmente vestida. La temperatura se alió con ella para que su vestido de estampado floral, hiciera de su cuerpo un jardín de primavera. Radiante, corrió hacia mí en cuanto me divisó y con su acostumbrada pasión, no dejó ninguna zona de mi cuello o cara sin besar. Además de entregarme tres ejemplares de “Le Monde” en donde se publicaba mi poesía, extrajo de su bolso-saco un trofeo que había comprado para mí con una inscripción que decía: Au poète qui n´a jamais mieux chanté Paris.

Abrazados caminamos hacía uno de los mejores restaurantes de Saint Denis. La conversación que tuvimos después del café, fue altamente esclarecedora.

                                                           ………………………………

No hay comentarios:

Publicar un comentario