LA CITA
Una llamada, después, una hora fijada
y el encuentro.
En mi mente conservaba tu mirada
sueño hecho realidad y fantasía.
Dudé de tu memoria y de mi suerte,
cinco minutos después de que el reloj
rebasara el momento soñado.
Sudoroso, sentí un miedo atroz
por si el olvido... ¡Pero no!
Apareciste tal como te imaginaba,
vestida de azul como muñeca,
reluciente el aderezo en el cuello,
el pendiente, diminuto y brillante
en el lóbulo de la oreja,
adorno floral en el pelo que olía a
primavera.
Rocé con los labios
tus mejillas, pretendiendo no desmontar
el altar de mi devoción.
Surgieron imperfectas
las palabras de un temario
varias veces ensayado y creí notar
en sus ademanes,
que le agradaba mi bisoñez
y mi atropello.
Tarde de luz iluminada
¡Bello cielo!
Subía con fuerza
la sangre por mis venas,
golpeando las sienes
cada vez que me nombraba.
Se iban construyendo ilusiones
al mismo ritmo que la conversación
me envolvía con el trino de su voz.
¡Tarde feliz! ¡Primer encuentro!
Por una imaginaria escalera,
¡pude tocar el Cielo!
Bello poema. El viento entristecido mueve las hojas y el verso es lágrima y rocío.
ResponderEliminarBesos
El reencuentro.
ResponderEliminarEl amor peremne en el tiempo...