miércoles, 25 de noviembre de 2020

 

LA CITA

 

Una llamada, después, una hora fijada

y el encuentro.

 

En mi mente conservaba tu mirada

sueño hecho realidad y fantasía.

 

Dudé de tu memoria y de mi suerte,

cinco minutos después de que el reloj

rebasara el momento soñado.

Sudoroso, sentí un miedo atroz

por si el olvido... ¡Pero no!

Apareciste tal como te imaginaba,

vestida de azul como muñeca,

reluciente el aderezo en el cuello,

el pendiente, diminuto y brillante

 en el lóbulo de la oreja,

adorno floral en el pelo que olía a primavera.

 

Rocé con los labios

tus mejillas, pretendiendo no desmontar

el altar de mi devoción.

 

Surgieron imperfectas

las palabras de un temario

varias veces ensayado y creí notar

en sus ademanes,

que le agradaba mi bisoñez

y mi atropello.

 

Tarde de luz iluminada

¡Bello cielo!

 

Subía con fuerza

la sangre por mis venas,

golpeando las sienes

cada vez que me nombraba.

 

Se iban construyendo ilusiones

al mismo ritmo que la conversación

me envolvía con el trino de su voz.

 

¡Tarde feliz! ¡Primer encuentro!

 

Por una imaginaria escalera,

¡pude tocar el Cielo!

  

Fotografía de Pedro de la Fuente

2 comentarios:

  1. Bello poema. El viento entristecido mueve las hojas y el verso es lágrima y rocío.
    Besos

    ResponderEliminar
  2. El reencuentro.
    El amor peremne en el tiempo...

    ResponderEliminar