PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (94)
El cursillo de verano
En pocos días, haciendo
compañía al tío Caparras, conocí los
nombres, apodos, fortalezas y debilidades de muchos vecinos, amén del origen de
su ruina o fortuna. Supe la causa del odio sempiterno entre familias, de
amoríos prohibidos entre casados y de que cuando la tuberculosis se llevaba por
delante a un individuo, la familia lo ocultaba haciendo creer que: «sano como
estaba, le vino un mal catarro y… pa Pimpanilla».
Todo lo que contaba el tío Caparras lo aderezaba con dichos y
refranes de la zona, algunos de los cuales ya conocía por boca de Jeremías. No
decía nada ―según él― que el pueblo no supiera, porque «lo que la gente me
confiesa en este banco es para mí sagrado, y el secreto irá conmigo a la
tumba». En cuanto pronunciaba esta frase, instintivamente se llevaba la mano al
chaleco y liaba, acto seguido, un nuevo cigarrillo, mientras el pueblo y
también la vida pasaban ante él. Anotaba con detalle en su cabeza cualquier
saludo o comentario que sucediera para contárselo a María,
―Me voy a la cama, Caparras.
Haz tú lo mismo, que mucho más no ha de pasar hoy. A ver si mañana se arregla
lo de
El tío Caparras esperaba a que María,
BONITO
ResponderEliminarGracias, amable lector. Saludos.
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