FÁBULA DEL GALLO FIESTERO
De una gallina clueca, en el extremo de un corralón,
protegida tan solo por un tejado de uralita, nacieron doce rubios y
encantadores pollitos. Tiempo atrás, el granjero ya se dio cuenta del extraño
comportamiento de una gallina pelirroja que se movía como vagando por el
corralón y almacenaba paja y plumas en el ponedero. Consciente de que la
gallina quería ser madre, trató de de que el lugar fuera lo más cómodo posible,
poniendo él mismo a disposición del ave, mayor cantidad de materiales
apropiados.
La gallina fue haciendo la puesta diaria sobre el
nidal tan maravillosamente acondicionado y cuando llegó a la docena de huevos,
se dispuso a empollarlos con un celo digno de admiración, pues solo abandonaba
el lugar durante breves momentos, para comer, beber y hacer sus necesidades. Al
cabo de veintiún días fueron apareciendo bajo sus alas, diminutas cabecitas
rubias que colmaron de alegría a los
granjeros,
De entre los componentes de la pollada, muy pronto, uno,
se erigió como jefe del clan. Dirigía a sus hermanos, piaba con un sonido recio
y erguía el cuello de manera altiva como queriendo controlar las evoluciones de
todos ellos. Pronto el granjero se fijó en sus dotes y le eligió para ser él,
pasado un tiempo, el que fuera el rey del corral.
Al cabo de unos meses, nuestro protagonista empezó a
ejercer sus atribuciones de manera admirable. Entre sus funciones estaba el
anunciar con su canto el despuntar del alba. Nadie se atrevía a hacerlo, aunque
se hubiera despertado antes, pues el canto de nuestro protagonista era una
demostración de su liderazgo. A los granjeros este era su despertador natural y
estaban muy contentos con la puntualidad con que cumplía su cometido.
Admirado por su congéneres, amo y señor del
territorio, acabó ensoberbecido por su valía y pronto el gallo empezó a tomarse
atribuciones que no le correspondían. Especialmente por la noche, molestaba y
corría a las gallinas impidiendo que estas descansaran, para luego dormir, rendido
de cansancio hasta bien entrada la mañana.
Cuando los granjeros se dieron cuenta de las
trastadas del animal y del incumplimiento de su labor diaria, decidieron
prescindir de él y buscar en el corralón uno de segundo rango, que le
sustituyera.
MORALEJA: Con
humildad, debes de cumplir, puntualmente, con tus obligaciones.
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Fotografía
de Juan Francisco Martín Ruiz
Bella historia que nos enseña mucho. Excelente moraleja
ResponderEliminarMe alegra saber, amigo lector, que la lectura de la Fábula y su moraleja te hayan servido para tu vida cotidiana. Gracias y feliz domingo. Saludos.
EliminarBuena reflexión . Se parece mucho ala vida de los políticos mucho alboroto y poco productivo gracias saludos compañero
ResponderEliminarMuy cierto, amigo lector. La Fábula es aplicable tanto a políticos como a los que están ensoberbecidos por el poder. Gracias por comentar. Ten una buena tarde, Saludos.
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