jueves, 4 de abril de 2024

 

SUEÑOS  (II)

 

Después de un largo viaje, al regreso de vacaciones, he cogido con gusto la cama y puedo decir que he tenido un sueño plácido y sobre todo, que, al despertar, he recordado con nitidez lo soñado, lo que no siempre ocurre.

Sin solución de continuidad, he tenido dos episodios totalmente distintos, con personajes diferentes y ambientes totalmente contrapuestos. En el primero de ellos, me encontraba en un pueblo bien reconocible en donde entablaba conversación con una joven y su marido a los que hace tiempo que no veo, pero que hace bastantes años formaban parte de mi círculo habitual de amistades. Ellos me preguntaban que si les acompañaba a la capital para participar en una tractorada, a la que yo respondía diciéndoles que acudiría más tarde y además que iría andando desde ese pueblo que dista aproximadamente 20Km. de la ciudad. Lo sorprendente era que pensaba hacerlo empuñando en ambas manos un cepillo y un recogedor (¿?).

En el otro episodio, mi mujer y yo, elegantemente vestidos, penetrábamos en una joyería con intención de comprar y mientras yo me entretenía observando los artículos expuestos en las vitrinas, mi mujer iba colocando en sus dedos una gran cantidad de sortijas. A la hora de pagar el joyero (un hombre de mediana edad y desconocido para mí, pero que me trataba con familiaridad) nos ofrecía su despacho que se comunicaba mediante una ventana con el establecimiento.

Para que la transacción fuera lo más discreta posible, corrió la cortina que nos aislaba visualmente de su comercio. Delicadamente, pero con firmeza, despojó de bastantes sortijas los dedos abigarrados de oro de mi mujer, mientras comentaba: "Este no le va bien", "este es demasiado grande" o "este no se lleva esta temporada", hasta conseguir que pocas sortijas permanecieran en los dedos de mi señoa. Después comentó: "Si yo fuera como los demás joyeros, no hubiera actuado así, pues a mayor venta más ingresos, pero soy un profesional y la elegancia debe de estar por encima de las ganancias".

Agradecido, le pedí el importe que debía, a lo que respondió sin vacilar: 400.000 euros.

La sorpresa que me llevé fue mayúscula, pues mi posibilidades excedían con mucho esa cantidad. Una risotada enorme salió de su boca en tanto me aclaraba que se trataba de una broma. "Perdón—dijo—,quítele dos ceros. Solo son 4.000 euros". Aliviado, yo también reí y me desperté. El reloj marcaba las 6,05h. Después seguí durmiendo, plácidamente, unas cuantas horas más.

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. 😀muy cierto, son los sueños locos, divertidos, tenebrosos y apasionados. Estos sueños de locura con final feliz😄

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    1. Un sueño con final feliz anticipa un día de buenas sensaciones. Gracias por comentar. Saludos.

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