PASAJES DE “LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS” (104)
CAPÍTULO VII
Se acerca la
Fiesta
…………………………
Cercado por las
risas, oculté como pude la cara en el agua de
Mi madre,
dándose cuenta de la vergüenza que estaba pasando, con la disculpa de secarme
el pelo, se acercó con una toalla hasta la pérgola, en donde me había refugiado
para calmar la ira.
―No tienes que
enfadarte con tu hermano, él sólo ha repetido lo que oyó y no sabe bien lo que
ha dicho ―dijo acariciándome―. Lo único que te pido es que tengas cuidado
cuando hables con Jeremías, y no menciones tus amores con Cristina si el
pequeño está delante.
¿Cómo explicar
a mi madre que no se trataba de Cristina? Aclarar el equívoco, sería dar pistas
sobre el amor que Jeremías sentía por Rosita y eso daba pie para desvelar
nuevos secretos, y yo no era un chivato.
―Estoy cansado
y tengo mucho calor ―dije a mi madre―. Ahora no me apetece comer, lo mejor será
que me vaya a mi cuarto y me tumbe un rato.
Antes de entrar
en casa, vi como Tinín bebía naranjada, picoteando aceitunas de un platito que
tenía delante. Acercándome, le pedí que me ensartara una, y al comerla, en vez
de darle las gracias, le espeté:
―¡Nenaza!
Subiendo las
escaleras, pude oír a Petra, consolando a mi hermano.
―¿Por qué
lloras, rapaz? Si es por las ranas, no te preocupes, ¡ya pescarás otro día!;
hasta ahora, pobres y ranas no han faltado nunca en este pueblo.
………………………….
No hay comentarios:
Publicar un comentario