REFLEXIONES CAROLINGIAS (LXXVII)
“Siento comunicarles—dijo el doctor—que al enfermo
le queda poca vida”. Al momento, el auxiliar llevó al paciente otra botella de
zumo.
Le dijeron que las “Perseidas” eran una lluvia de
estrellas y, en pleno mes de agosto, tomó un avión para Hollywood.
Los bancos son el refugio de personas que no son
escuchadas por los Bancos.
“Soy de sangre azul. Ese es el color de mis venas.”—afirmó
Agapito Rundepérez, que pasaba por ser de los más listos del pueblo.
Fue a la tahona y como no le atendían gritó: ¡PAN,
PAN, PAN! Fue detenido por terrorista.
“Donde dije digo,
digo Diego” es un refrán muy español. Lo dejo caer, por si algún político se da
por aludido.
Era una mujer que
reciclaba todo: papel, vidrio, aceite, etc., etc., pero fracasó cuando intentó
reciclar a su marido, pues no encontró contenedores para borrachines.
Cuando recibió una carta que decía: “Fresco con
tendencia a empeorar”, se creyó que le había escrito la AEMET, pero, en
realidad, el remitente era el tutor del Instituto donde estudiaba su hijo.
Dicen que resulta imposible poner puertas al campo,
pero ahora, resulta más difícil poner puertas al mar.
El primer día que trabajó en el psiquiátrico no
debió decir que “el tiempo todo lo cura”.
Castigar en el Colegio a un niño por decir mentiras,
me parece una falta de visión de futuro. ¿Quién sabe si ese muchacho llegará un
día a ser el Presidente de la nación?
Tasia era firme defensora de la aféresis (supresión
de algún sonido al principio de un vocablo). Al autobús le llamaba “bus”, y a
los chiquillos les decía “quillos”: Por eso, a nadie extrañó que a su hija la
pusiera por nombre “Yola”, pues dio a luz con el brazo roto sin haberle quitado
la escayola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario