domingo, 8 de septiembre de 2024

 

FÁBULA DE LA ARAÑA CONSTANTE

 

Como la totalidad de los seres vivientes, no supo cómo llegó a este mundo. Desde el extremo de una enorme telaraña, veía cómo pequeños insectos quedaban atrapados en ella. Su madre se encargaba de paralizarlos, inyectándoles veneno procedente de sus quelíceros. Posteriormente, mediante la secreción de jugos gástricos, procedía a su digestión externa, que no era otra cosa que la transformación de su presa en una especie de papilla que, a continuación, succionaba. Absorbiendo pequeñas porciones de este alimento, la araña hija fue creciendo hasta que un día, cuando cesó el suministro de alimento recibido hasta entonces, supo que debía abandonar el hogar materno.

Con la poca experiencia aprendida desde su nacimiento, fabricó un hilo de seda que, a modo de vela, la sirvió para que el viento la desplazara. Así por el aire, llegó hasta un corralón en donde un buen número de animales, entre los que se encontraban mulas, gallinas, patos y cerdos, tenían su hábitat y su lugar de recreo y de descanso.

Entre las vigas de un sotechado y con los conocimientos aprendidos, empezó a construir una rudimentaria telaraña pero, bien por la fragilidad de la misma o por la dura competencia de arañas vecinas más expertas, apenas tuvo suerte en sus cacerías y temió morir de hambre.

Animada de un espíritu emprendedor, volvió fabricar con seda otro hilo, que resultó ser más resistente que el primero y que, impulsado por el viento, la alejó hasta una granja situada en el otro extremo del pueblo. Allí, con una menor competencia y adquiriendo día a día la experiencia necesaria, comprobó que sus telarañas eran cada vez más tupidas y cazaba sin dificultad el alimento necesario para su subsistencia.

MORALEJA: Sé constante en tu trabajo hasta alcanzar las metas que te propongas.

Fotografía de Antonio Nuñez Tordecilla

 

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