jueves, 24 de octubre de 2024

 

 LOS NÚMEROS DE LA SUERTE

 

 

Alfredo era un habitual jugador de la Primitiva sin que por ello se le pudiera considerar un ludópata, ni mucho menos, porque, únicamente, se gastaba un euro en cada sorteo. Eso sí, los seis números a los que apostaba eran cuidadosamente elegidos, pues estaba convencido de que se relacionaban, de alguna manera, con las circunstancias del mundo que le rodeaba.

De manera que, por ejemplo, contaba el número de individuos que se cruzaban con él desde que salía de casa hasta doblar la esquina. Si eran 41, ese guarismo ya figuraría en el boleto. Otras veces, anotaba el número de balcones de una determinada casa y, por supuesto, si eran 16, ya sabía cuál era la casilla que señalaría en el impreso. Con estas y otras ocurrencias rellenaba ese esperanzador papel que habría de hacerle millonario.

La cruda realidad era que jamás llegó a cobrar un premio importante, tan solo una vez la fortuna le gratificó con 16 euros y, muy de tarde en tarde, volvía a jugar gratis al acertar el reintegro.

Lo curioso del caso era que Alfredo no desistía de su original método de tentar la suerte, pues después de que supiera la combinación ganadora, explicaba perfectamente la aparición de todos y cada uno de los números ganadores. Si había salido el 4, ese número era coincidente con el de hermanos que tenía; el 25 eran los euros que recibía de propina cuando estudiaba en la Facultad; el 19 y el 36 hablaban claramente del año en que comenzó la Guerra Civil… y así sucesivamente.

La conclusión a la que llegaba siempre era la misma: Él era el que había fallado por no haber tenido en cuenta los acontecimientos apropiados y continuaba obsesionado  a la búsqueda de otros diferentes, sorteo tras sorteo.

Su novia, Begoña, le dejaba hacer, dado el pequeño desembolso semanal, aunque estaba convencida de que la suerte no suele premiar a quien la persigue. Próximo el día de su  enlace matrimonial, le propuso rellenar ella misma el boleto y eligió los siguientes números: 1, 3, 10, 20, 24, y 50. “¿En qué te has basado para formar esa combinación?”—inquirió Alfredo. “Muy sencillo—respondió Begoña— El 1 es porque al casarnos pasaremos a ser una sola carne. Los cuatro números siguientes se refieren al día de nuestra boda, que será el tres de octubre de este año y, en cuanto al 50, lo he elegido por ser el más alto y quiero que sean, al menos cincuenta, los años de felicidad que disfrutemos casados.”

Realizado el sorteo, tampoco esta vez hubo suerte, pero Alfredo se dio por satisfecho al comprobar que con Begoña era la primera vez en que había acertado plenamente.

 

 

 

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