LA DANZA DEL VIENTRE
(Obra teatral en tres Actos)
ACTO PRIMERO
(El matrimonio en la
cama)
LA MARUJA— ¡Jai, Antonio de mi vida! He esperao a que estuviéramos solicos en
la cama para comentarte un asunto que me preocupa.
EL ANTONIO—
¡Madre del Amor Hermooso! Mu grave ha
de ser la cosa pa’ que me molestes
ahora que sabes que vengo reventao del
mercadillo.
LA MARUJA—
Sí, chacho, estoy preocupá por la Trini.
EL ANTONIO—
Pues, antonces, ¿qué le ocurre a la
Trini?
LA MARUJA—
Se está poniendo mu gorda. Con lo
joven que es, le da vergüenza a la muchacha hasta de salir a la calle y eso que
me paice que ahora, anda tras ella el
jalatero.
EL ANTONIO—
Maruja, por mi santa maadre, no me quites el sueño por esas chorraadas. En cuanti deje de zampar bollos, eso se
arregla soolo. A mayores, que coja la fragoneta
y que se venga pa’ el mercadillo
conmigo y en dos semanas se pone de fina como una Gipsy Kings de esas.
LA MARUJA—
¡Qué bruto eres, Antonio! Lo que la niña necesita es hacer ginasia. La voy a apuntar a la Academia de Dolores la del “Tostao”,
para que haga “danza del vientre” y baje tripa.
EL ANTONIO—
¡Madre mía de lo que me enteero! No sabía yo que Dolores recetaba pastillas
para mover los entestinos.
LA MARUJA— ¡Qué animal eres, Antonio! Está visto
que en sacándote del calzao, no
entiendes de nada. Tú déjame hacer a mí y ya verás cómo la chiquilla adelgaza.
ACTO SEGUNDO
(Dos meses más tarde,
el matrimonio en la cama)
LA MARUJA— ¡Antonio, Antonio…! No te quedes dormío,
mi arma, que en la cama es el único sitio en donde podemos parlar sin que se
enteren los churumbeles.
EL ANTONIO—
¿Y qué te se ofrece ahora, Maruja de mis entraañas?
LA MARUJA—
Es sobre la Trini, Antonio. Que no adelgaza, Antonio; que no adelgaza. En la
Academia me dice la del “Tostao” que se mueve mucho, pero a luego la veo yo en
la cocina mover más la boca. ¡Me se está quedando sin galletas! Y luego no veas
los plataos de legumbre que se zampa a mediodía.
EL ANTONIO—
¡Válgame el Señoor! Tenemos que hablar con la niña antes de que nos apoden “los
toneleeros”.
LA MARUJA—
Sí, Antonio. En lo tocante a los hijos, pa’ luego es tarde, En cuanti antes se
hable con ellos, mejor. Esta hija de mis entrañas me preocupa. ¡Ay, Dios mío,
no hago más que pedir en el Culto por ella!
ACTO TERCERO
(Pocos días después,
en el comedor)
EL ANTONIO—
Vamos a ver sinus aclaramos toos: Trini ¿Se puede saber por qué no te contienes
y te pasas el tiempo comiendo como si acabaras de llegar en patera?
LA TRINI—
Padre, que no es pa’ tanto.
EL ANTONIO—
¡Mecagüendiela! Pues no me dice la mama que te has comido hoy un platao de
lentejas que más que platao era una fuente
LA MARUJA—
Tiene razón el papa, que yo lo he visto.
LA TRINI—
Es que me ha dicho el jalatero que las lentejas tienen mucho hierro.
EL
ANTONIO—Chacha, pero ¿pa’ qué quieres el hierro? ¿Es que te vas a hacer
chatarreraa?
LA TRINI
(comenzando a dar hipidos)— Es que… Es que…
EL ANTONIO—
Vamos atragantaa; di que te pasa, que no te voy a comer que no soy el tío
Tragaldabas
LA TRINI—
Pues que… Pues que… A mí no me se quita la gordura con la danza del vientre,
porque el vientre me danza solo.
LA MARUJA—
¿Y cómo es eso, chiquilla?
LA TRINI
(gimoteando)— Que estoy preñada madre. Que ya tuve la danza hace tiempo con el
jalatero y ahora la criatura parece que va a salir al padre, sigún se mueve.
LA MARUJA
(empuñando la escoba)— ¡Acabáramos! ¿Y la honra? ¿Y el pañuelo con sus
bordadicos y too? Me dan ganas de darte con la escoba y esmoñarte.
LA TRINI—
No me se ponga así madre. Que el pañuelo es grande y ya me encargo yo de hacer
media docena de moqueros.
EL ANTONIO—
Tie razón la niña, Maruja. A grandes males… ¿No t’acuerdas cuando desotro día
me se rompió el tenderete? Pues llamamos al jalatero y arreglao.
LA TRINI
(abrazando a su padre)— ¡Ay papa! ¡Qué abuelo más grande vas a ser!
EL ANTONIO—
Maruja, vete partiendo el pañuelo que me
se cae la baba.
FIN
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