LA VIDA DE MAGÍN PUERRO
-XXVI-
Ya
fuera por emoción
o
la ilusión de ser padre,
no
me pareció desmadre
tomar
tres copas de vino.
Era
hora que mi sino
resplandeciera,
compadre.
Al
verme tan animoso,
María no me trincó.
De
puro gozo lloró
asegurando
que un hijo
tendríamos,
pero dijo:
—“No
bebas más”—, y calló.
Desde
entonces, las mañanas
tenían
otro sentido,
me
levantaba sin ruido
para
que no despertara
y
de sueño se jartara
mi
mujer haciendo nido.
No
quería que estuviera
en
la barra atendiendo
al
personal, ya sabiendo
que
la tripa engordaba,
aunque
ella se guardaba
de
estar el local barriendo.
Llegados
al quinto mes
tuvo
que dejar el tajo
pues
le costaba trabajo
hasta
tenerse de pie,
de
manera que bregué
muchas
horas a destajo.
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