jueves, 30 de octubre de 2025

 



PASAJES DE “CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA” (111)

CAPÍTULO X

La Ambición

 


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Margarita se vio obligada a acompañar a mi madre en la insulsa conversación que mantenía con doña Tasina, que bostezaba y hacía ímprobos esfuerzos para no quedarse dormida debido al sopor que le producía la comida.

Cuando por fin los invitados, vencida la tarde, nos abandonaron, un suspiro de alivio se escapó al unísono de las gargantas de Margari-ta y de mi madre.

―¿Pero te has dado cuenta de la clase de amistades que nos has traído a casa? ―pronunció mi madre un tanto airada.

―¡Mujer! ¡Mujer! ―se franqueó mi padre―. Tú solamente ves a unos humildes y honrados trabajadores faltos de educación y no piensas en el porvenir de nuestros hijos. ¿No te has dado cuenta de la manera en que Cuco observaba a nuestra Margarita? ¿Y si éste fuera el principio de un romance que asegurara el porvenir de nuestra hija? Piensa que, dentro de unos años, los padres no existiremos y los hijos de don Augusto serán licenciados en Derecho, y además ricos.

―Por favor, papá ―exclamó Margarita―. No pretendas empa-rejarme con quien no es de mi agrado. Ya me he dado cuenta de que Cuco me miraba, pero no tantas veces como las que observaba la fuente del lechón para ver si podía repetir. Además, no me ha gusta-do que en vez de cortejarme, se dedicara a jugar al mus, lo que me parece una falta de delicadeza por su parte.

Parece ser que la indiferencia mostrada por el hermano mayor, Cuco, procedía de su timidez y no de su preferencia por consumir el gorrino, porque, a los pocos días, mi hermana recibió una carta en la que el primogénito de los Repollezo, muy cursimente alababa su be-lleza y le pedía salir con él, “cuando tus estudios no lo impidan”. La primera reacción de Margarita fue de rechazo al no gustarle el pre-tendiente, pero por no desairar a mi padre, consintió en concertar una cita, si bien, puso como condición que no saldrían solos, sino en compañía de Nino y de una amiga que buscaría para completar el cuarteto. Esta amiga no podía ser otra que la inefable Goyita.

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