domingo, 2 de septiembre de 2018


EL CABALLERO DE VILLAMANRIQUE (2ª Parte)

Cuentan que, muerto ya el padre,
quiso dejar su memoria
escrita para la historia
en versos que relataran
pensamientos que guiaran
a otros hombres a la Gloria.

En coplas de pie quebrado
criticó la vanidad,
del tiempo, la cortedad,
de la ambición, la locura
ensalzando el alma pura
que anhela la sobriedad.

Puesto que el trance final
es la muerte ¡Qué tristeza!
¿De qué sirve la riqueza?
¿De qué valen los honores?
¿De qué los fatuos fulgores
cuando ruede tu cabeza?

Con estos sabios consejos,
quiso advertir a la gente
que, tras el mundo presente,
aguarda la eterna dicha
y sería una desdicha
vivir sin ser consecuente.

Empeñado en mil batallas,
en alguna escaramuza,
le atravesó la gamuza,
cerca de Garcimuñoz,
un acero que veloz
en su camino se cruza.

Entre sus ropas oculto
encontraron este escrito
redactado como un grito:
“¡Oh mundo!, pues que me matas…”,
queriendo decir que acatas,
resignado, el fin maldito.

En Uclés quedó enterrado
escuchándose lamentos
cuando en los duros momentos
bajó su cuerpo a la fosa,
lugar en donde reposa
el genio con sus talentos.

¡Señor de Villamanrique!
Te dedico este homenaje
porque tuviste el coraje                              
de vivir con valentía
haciendo de la poesía
el arma de tu mensaje.

Que tu vida sea el ejemplo
atrayente, en que se mira
esa alma que suspira
por conseguir don divino
caminando con buen tino
hasta alcanzar lo que aspira.



















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