EL CABALLERO DE VILLAMANRIQUE (2ª Parte)
quiso dejar su
memoria
escrita para la
historia
en versos que
relataran
pensamientos que
guiaran
a otros hombres a
la Gloria.
En coplas de pie
quebrado
criticó la vanidad,
del tiempo, la
cortedad,
de la ambición, la
locura
ensalzando el alma
pura
que anhela la
sobriedad.
Puesto que el
trance final
es la muerte ¡Qué
tristeza!
¿De qué sirve la
riqueza?
¿De qué valen los
honores?
¿De qué los fatuos
fulgores
cuando ruede tu
cabeza?
Con estos sabios
consejos,
quiso advertir a la
gente
que, tras el mundo
presente,
aguarda la eterna
dicha
y sería una
desdicha
vivir sin ser
consecuente.
Empeñado en mil
batallas,
en alguna
escaramuza,
le atravesó la
gamuza,
cerca de
Garcimuñoz,
un acero que veloz
en su camino se
cruza.
Entre sus ropas
oculto
encontraron este
escrito
redactado como un
grito:
“¡Oh mundo!, pues
que me matas…”,
queriendo decir que
acatas,
resignado, el fin
maldito.
En Uclés quedó
enterrado
escuchándose
lamentos
cuando en los duros
momentos
bajó su cuerpo a la
fosa,
lugar en donde
reposa
el genio con sus
talentos.
¡Señor de
Villamanrique!
Te dedico este
homenaje
porque tuviste el coraje
de vivir con
valentía
haciendo de la
poesía
el arma de tu
mensaje.
Que tu vida sea el
ejemplo
atrayente, en que
se mira
esa alma que
suspira
por conseguir don
divino
caminando con buen
tino
hasta alcanzar lo
que aspira.
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