jueves, 17 de octubre de 2019


LA VENDIMIA


Cada año, esperábamos, expectantes,
los días previos al comienzo de la vendimia.

Las vides alineadas
parecían aguardar, impacientes,
aliviar el peso de tanto racimo,
mientras el graznido de los cuervos
presagiaban el final de suculentos banquetes...

Tú y yo nos embarcábamos en la aventura
de ir de acá para allá robando de las cepas
el fruto de su sustancia, entre hojas de fuego;
como un juego, al fin y al cabo,
hasta que el cuerpo aguantara.

Después vendría lo mejor:
arreglarnos con vestidos de fiesta,
la cena, el baile, la diversión...
Bebíamos el néctar de otras añadas
con sabor a roble, ese sabor
que paladeábamos sorbo a sorbo sin descanso,
hasta encontrarnos a solas en la habitación.

Placer y vino refrescaban nuestras bocas
encendidas por el deseo,
ansiosas de aspirar la una de la otra
el jugo más preciado
de la existencia ajena.

Al amanecer, una sensación inenarrable
recorría los cuerpos agotados
ensoñando que así sería nuestra vida:
beber a tragos prolongados
el vino de otra añada, viendo desde la ventana
el zumo de la vida encapsulado,
sin conceder un minuto de tiempo
a que el sentimiento elaborara desde el dulce mosto,
el recio sabor del amor profundo.

Fotografía de Gloria Valbuena




No hay comentarios:

Publicar un comentario